Los contemporáneos

Madrid

Hoy, un poco más tarde, unos cuantos nos juntaremos en el Ateneo de Madrid para darle la lata a Martín Caparrós, también llamado Mopi. Supongo que saben de quién hablo: un señor alto, calvo y con mostacho. Para mí es desde hace tiempo el mejor periodista en lengua española, pero no vamos por eso al Ateneo. Vamos porque somos contemporáneos. Y hay que celebrarlo.

A veces pensamos que nuestra vida es nuestra. Y no lo es tanto. Nuestra vida es un capricho del espacio y del tiempo. Nacimos donde nos nacieron y no vivimos otro mundo que el de nuestros contemporáneos. Aunque podemos leer a Shakespeare o a Joyce o a Stendhal, nunca hemos hablado con ellos de nuestros titubeos sentimentales, ni nos han visto llorar, ni hemos tomado una copa con ellos, ni hemos salido con ellos a la puerta para fumar. Lo que tenemos es la gente cuya existencia coincide con la nuestra.

Añoro de vez en cuando a personas con las que me encontré en la vida. Amigos como José Martí Gómez o Ramón Lobo, a los que quizá también recuerden ustedes. Y pienso en la pura chiripa de haberles conocido, y de que me soportaran o incluso me apreciaran.

Algún día nos esfumaremos todos y el planeta seguirá girando con una tripulación distinta, con malos capitanes y buenos marineros, como suele ser el caso, y seremos olvido.

Mientras tanto, disfrutemos de nuestros contemporáneos. Sí, ya sé que entre ellos hay indeseables como Netanyahu y tantos otros. Pero los que importan son los buenos. Los que dan la razón al rockero argentino Morís, mi filósofo de cabecera para casos extremos, cuando dice eso de que la vida está bien aunque el mundo esté mal.

Hay que dar las gracias a los contemporáneos que hacen que la vida esté bien.

Pues eso, que una peña de boludos estaremos con el boludo de Mopi y, con alguna copa de por medio, intentaremos pasar un buen rato. Conozco pocos planes mejores que ese.

Me llamo Enric González. Les deseo un feliz día.