El colegio que lo apostó todo a las pantallas y ahora reniega de ellas

Año 2019. El colegio Nervión, en Madrid, un centro privado sostenido con fondos púbicos, decide digitalizar al 100% sus aulas siguiendo el ejemplo de países como Finlandia. Prescinde de los libros de texto y los cambia por dispositivos digitales. Cada familia compra un ipad para su hijo/a. Ese dispositivo será su compañero más fiel en clase y en casa. Trabajan con libros digitales en el aula y, en casa, hacen los deberes o estudian para los exámenes en la pantalla. Cinco años después, las familias piden a la dirección del centro educativo que cambie el método. Al mismo tiempo que el mismo fenómeno se vive en los países nórdicos.

"Ellos llegan a clase, sacan su ipad, se van a la página que toque, lo van viendo, hacen zoom, o lo que toque", explica a la SER el director adjunto del colegio Nervión, Guillermo Gámez. "Hubo mucha resistencia por parte del profesorado, sobre todo los docentes que trabajaban en secundaria porque creían que el proyecto iba a perder calidad, creían más en el lápiz y el papel", recuerda Ana, profesora del centro y madre de una de sus alumnas. En este colegio, las tabletas se introducen en primaria de manera puntual, hasta quinto. En ese momento el ipad pasa a ser el objeto de referencia en el aula para el trabajo del alumnado. "A lo largo del tiempo hemos visto una debilidad y una amenaza. La debilidad es la sobrestimulación; la amenaza, el mensaje de que el éxito es inmediato", sentencia Guillermo, que explica con nostalgia como desde hace unos años los niños ya no levantan la mirada del dispositivo para saludarle.

En el centro han detectado que los alumnos disminuyen el rendimiento académico porque su única obsesión es utilizar el ipad. "Nos ha pasado en cuarto de primaria, los alumnos están esperando las sesiones con ipad como con ansiedad, con dependencia", asegura Arantxa, también profesora en el Nervión y madre de una alumna. "El día que por el motivo que sea no tienen los ipad, es como un desastre", explica. "Ya en quinto, el primer año en el que los niños trabajan con el dispositivo, están súper distraídos", sigue, "hay momentos en los que no se utiliza el ipad y ellos quieren seguir estando con el dispositivo en la mesa".

Los menores, tras la introducción de la tableta, están más inquietos, sobrestimulados y ha empezado a calar en ellos el mensaje de que la recompensa es inmediata. Ana nos cuenta el caso de uno de sus alumnos de la clase de dibujo, un niño "de sobresaliente", que ahora ha bajado las notas porque solo le preocupa terminar la ficha lo antes posible para poder coger la pantalla. En casa, algunas familias reconocen que han perdido la batalla a la hora de controlar el uso que sus hijos/as hacen de la pantalla. "La alarma salta en las familias", dice Guillermo, "y no te voy a mentir, la realidad es que yo tengo al niño en casa con la pantalla y puedo estar muy cómodo porque el niño no molesta". Las familias también lo reconocen. Mariví, mamá de una niña en secundaria, explica que hay casos de menores que pasan horas en instagram sin supervisión. "Eso no lo va a gestionar el cole", asegura esta madre.

Los alumnos reconocen que a veces intentan utilizar el dispositivo en mitad de las clases para acceder a videojuegos o contenidos no aptos. Hugo, de 11 años, nos cuenta que algunos de sus compañeros y compañeras se ponen el ipad encima de las piernas para utilizarlos mientras el profesor explica en el aula. "A veces les pillan", dice, "pero a veces no". Nico, de 13, reconoce que alguna vez le han llamado la atención por distraerse con el ipad. "Nos enseñamos en clase tonterías de las nuestras", se excusa. Esto, la dirección también lo sabe. Guillermo asegura que hay niños que son capaces de burlar los sistemas de seguridad del centro para intentar acceder a contenido no apto. "Lo intentan aunque no lo consiguen porque estamos muy encima de ellos", explica.

Hace solo un par de meses, el consejo escolar del colegio ha aceptado la petición de las familias para cambiar el guion. El giro es de 360 grados. Desde septiembre, el colegio Nervión eliminará el uso de ipads en las aulas. "Queremos trazar una línea roja", explica la dirección, "vamos a imponer un régimen sancionador". Hasta entonces, durante este último trimestre, para no obligar a las familias a hacer un nuevo desembolso con la compra de libros de texto, han activado un severo protocolo que restringe al máximo el uso de pantallas: "Los alumnos depositan el ipad en una cómoda que queda precintada a las 9 de la mañana, contando todos los profesores con una llave para su manipulación", explica Guillermo, "en aquella sesión en la que el uso de esta herramienta sea de uso más obligado se entregará a los alumnos que tendrán que devolverla al profesor cuando finalice esta sesión".

Los alumnos, lo prefieren. Tanto Hugo, de quinto de primaria, como Nico, en segundo de la ESO, como Said, en cuarto de secundaria, nos cuentan que para ellos es mejor estudiar con libros de texto. "A mí no me gustan las tecnologías, a veces son muy difíciles de utilizar", dice Hugo. "Yo por mí me quedaría con los libros de papel", asegura Nico. Arantxa y Ana están muy preocupadas, como madres y como docentes: "Es un sinsentido que no queramos darle un móvil a nuestros hijos hasta muy muy adelante y, sin embargo, les ponemos un ipad con acceso a internet desde los 9 o 10 años", dice Ana. Según Arantxa, "no lo estamos haciendo bien, no estamos controlando cómo utilizan ellos sus dispositivos".