La OCDE elogia a estas dos ciudades españolas por lo que hacen para mejorar la vida de los mayores de 65 años
La OCDE destaca dos iniciativas pioneras en España que promueven la inclusión intergeneracional y el urbanismo amigable con las personas mayores ante el inminente reto demográfico

La Ventana a las 16h | El envejecimiento de las ciudades
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Madrid
El envejecimiento de la población ya no es una preocupación del futuro: es un reto urgente para el presente. La inversión de la pirámide poblacional es una realidad. Así lo advierte la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en un informe reciente que ha elaborado, el cual alerta sobre la necesidad de adaptar las ciudades a una pirámide demográfica en rápida transformación. Según el organismo, en tan solo quince años, una de cada tres personas que habite en zonas urbanas tendrá más de 65 años. Frente a este panorama, ha puesto el foco en dos ejemplos de buenas prácticas en España: una innovadora iniciativa de vivienda intergeneracional en Alicante y un ambicioso rediseño urbano en Barcelona conocido como las 'superilles'.
Edificios intergeneracionales
En Alicante, la convivencia entre generaciones ha tomado forma en un edificio municipal que alberga a más de 70 residentes, de los cuales 55 son personas mayores no dependientes mayores de 65 años y, el resto, jóvenes de entre 18 y 35 años, con un coste medio del alquiler de 220 euros al mes. La peculiaridad de este proyecto, según ha explicado en La Ventana el periodista Omar Sancho, radica en su enfoque comunitario. Cada joven accede a un alquiler asequible a cambio de comprometerse por contrato a dedicar tiempo a labores comunitarias y de apoyo a los vecinos mayores.
"Es un proyecto basado en el lema de vivir y envejecer dignamente en casa. Se construyó en 2008 con un presupuesto importante (12 millones de euros) que, con el tiempo, ha salido hasta barato. Son 72 viviendas para facilitar alquileres asequibles, y fomenta un modelo de comunidad colaborativa con jóvenes que acompañan a las personas mayores para mejorar su calidad de vida y evitar la soledad", ha explicado Sancho.
"Me apunté porque era una oportunidad de independizarme, pero al final también te llevas mucho a nivel humano", cuenta David, uno de los jóvenes residentes. Madelín, vecina de edad avanzada y presidenta de la comunidad de vecinos, destaca que "la compañía y la ayuda están siempre que las necesitas, es como tener una gran familia en el edificio". Los mayores, explica, les enseñan a los jóvenes a coser, a planchar, a cultivar huertos, así como vivencias pasadas.
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Por su parte, los jóvenes también se comprometen a impartir cursos. "La gente que se apunta a este programa no es tanto por el precio como por el compromiso con los mayores. Hacen la compra, gestiones, les acompañan al centro de salud... Hacen mucho más de lo que se comprometen en el contrato", ha contado Sancho.
Más allá del beneficio emocional, el impacto sanitario también ha sido notable: durante la pandemia, este edificio solo registró tres casos de contagio de COVID-19, lo que los expertos relacionan con la red de apoyo mutuo que evita el aislamiento de los mayores. Además, el edificio cuenta con un centro de día para personas mayores, un centro de salud y un aparcamiento público en rotación.
La buena acogida de esta experiencia ha impulsado al Ayuntamiento de Alicante a planear la construcción de un segundo edificio similar en el barrio de Benalúa, que contará con 80 viviendas, con el objetivo de seguir promoviendo este modelo de convivencia intergeneracional. Su presupuesto alcanzaría los 80 millones de euros.
Barrios peatonales
Por su parte, Barcelona ha abordado el reto del envejecimiento desde una perspectiva más estructural: el rediseño urbano a través del proyecto 'superilles' (supermanzanas), una iniciativa que ha transformado barrios enteros para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de todas las edades. La periodista Soledad Domínguez ha explicado en La Ventana que el proyecto, impulsado por la exalcaldesa Ada Colau, consiste en peatonalizar calles y desviar el tráfico rodado al perímetro de las manzanas, liberando así espacio público para usos sociales.
El espacio recuperado, que consta de 9 manzanas de edificios reconvertidas en plazas y espacios publicos, ha dado lugar a zonas verdes, áreas de juegos infantiles, instalaciones deportivas y bancos, diseñados para fomentar la interacción social y el uso seguro por parte de personas mayores y niños. Estas transformaciones forman parte del Pla del Joc a l’Espai Públic y del programa Protegim les escoles, ambos orientados a hacer la ciudad más accesible y saludable.
Aunque el proyecto generó resistencia inicial —especialmente por parte del comercio local, que temía un descenso de clientes debido a las restricciones al tráfico—, con el tiempo se ha consolidado como una pieza clave del urbanismo barcelonés. Como apunta Domínguez, ahora nadie en los barrios quiere dar marcha atrás. "Al principio había muchas críticas por parte de la patronal de los comerciantes. Todo el mundo ha visto la ventaja de tener esos espacios. Los comerciantes no solo no han perdido clientes, sino que los han ganado", ha dicho Domínguez sobre el estado actual de la iniciativa.
La OCDE subraya en su informe que dos de los 36 indicadores con los que se evalúa el impacto de las supermanzanas están directamente relacionados con la edad: la cantidad de superficie destinada al juego infantil y la proporción de usuarios mayores de 65 años y menores de 14 en comparación con la población adulta activa. El éxito de la iniciativa, como en el caso de la de Alicante, ha producido que ya se esté planeando la construcción de otras 8 zonas similares, barrios peatonales, en otras zonas de Barcelona.

Álvaro García-Dotor
Periodista cultural. Redactor en La Ventana.