Francisco, el papa que más ha querido el cine
Multitud de documentales, series y películas han tratado de captar el aura de uno de los pontífices más a contracorriente dentro de la Iglesia Católica

Fotograma con Dario Grandinetti como Papa Francisco / CEDIDA

La Iglesia fue el gran medio de comunicación de masas desde la Edad Media hasta la actualidad. Su capacidad comunicativa y mediática ha ido adaptándose a los tiempos, incluso abriéndose una cuenta de Twitter si hacía falta, acercándose a los nuevos lenguajes, los de las redes sociales y los del cine.
Más información
El séptimo arte siempre se ha dejado seducir y atraer por la imaginería religiosa, por el gran aparato visual de la Iglesia católica y por los entramados narrativos de la propia institución. Ha habido películas sobre conspiraciones reales e inventadas, como El código Da Vinci, ha habido provocaciones, como las de Pasolini o Fellini, que en Roma organizó un desfile de moda eclesiástica dentro del mismo Vaticano. Ha habido papas inventados, como el de Jude Law en El joven Papa, la serie de Sorrentino, o sobre Papas reales, como Karol, el hombre que se convirtió en papa, basada en Juan Pablo II. También Krzysztof Zanussi rindió un homenaje al papa compatriota en De un país lejano (1981). Una visión más negativa, en este caso de Pío XII, se reflejó en la película Amén (2002) del director francogriego Costa-Gravas, donde analizaba la connivencia de la curia vaticana con Hitler y el nazismo.
De todos, el papa Francisco ha sido uno de los prelados que más ha atraído la mirada de cineastas, escritores y periodistas. Quizá por su figura carismática, por ser el primer Papa latinoamericano, y por haber ido, en cierta manera, a contracorriente del gran poder del Vaticano. El Papa ha inspirado películas, series y documentales, pero quizá uno de los más elocuentes por el significado de su papado ha sido Los dos Papas, una película del director brasileño Fernando Meirelles que juntaba a Bergoglio y a su antecesor, Benedicto XVI, que renunció en su favor. Producida por Netflix, la película junta a las dos figuras, enfrentadas ideológicamente, en un encuentro en el que el debaten sobre la fe, sobre cómo la Iglesia debe acercarse a la sociedad, cómo adaptarse a los cambios y adaptarse a las nuevas reglas que ya no se corresponden con las creencias de los grupos más conservadores de la Iglesia. Dos miradas, una conservadora y otra progresista que han centrado las últimas disputas en la institución. Protagonizada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce fue todo un disfrute interpretativo y elocuente.

Aimar Bretos desde Ciudad del Vaticano por la muerte del Papa Francisco
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
La figura de Francisco llamó la atención de otro cineasta internacional y de renombre, el alemán Wim Wenders. La espiritualidad ha centrado su cine, no así el catolicismo, pero Wenders no dudó en acercarse al argentino en un documental que presentó en el Festival de Cannes y que se llamó Francisco, un hombre de palabra (2018). La idea de esta película surgió de Dario Viganó, asesor del Papa en materia de comunicación, un ejemplo de cómo este papado ha tratado de abrirse a la sociedad laica y a los más jóvenes para cambiar la imagen de la Iglesia. También Gianfranco Rosi tuvo las puertas abiertas del Vaticano. El italiano, León de Oro en Venecia, dirigió un documental sobre el Papa, In viaggio, donde sigue a Bergoglio por los 50 viajes que realizó y se fija, no solo en su séquito o en su personaje, sino en todas aquellas personas a las que se acerca y atiende, migrantes, personas en extrema pobreza e inclusión.
Cabe mencionar también la película dirigida por Beda Docampo, director argentino, Francisco, el padre Jorge (2015). En ella se acercaba a los inicios como párroco en las villas miseria argentinas del Papa, al que interpretaba el actor Dario Grandinetti. El filme se abría con la entrevista de una periodista argentina, en la que se pasa revista a la vida del pontífice desde la juventud hasta el cónclave que lo eligió Papa. Han pasado más desapercibidas películas como Historia de un cura (2014) del director argentino Alejandro Agresti y Llámame Francisco (2015) del italiano Daniele Luchetti.
Ha habido series, como la que realizó Jordi Évole y Màrius Sánchez para Disney Plus. Los periodistas, que ya habían entrevistado en Salvados, a Bergoglio, consiguieron armar un formato nada fácil para el pontífice. Se trataba de grabar una serie de reuniones entre el Papa Francisco y un grupo de jóvenes seleccionados previamente y que tenían perfiles muy diferentes. Había una católica del opus dei, había una trabajadora sexual, un homosexual, una joven que había abortado. Todos esos temas, junto con la pederastia, el feminismo o la pérfida de la fe, tabúes para la Iglesia católica, fueron apareciendo en la conversación y el Papa enfrentó cada uno de ellos, sin grandes palabras revolucionarias, pero sin culpabilizar a los jóvenes. “Yo aprendí mucho de ustedes en este encuentro pastoral. Les agradezco el bien que me han hecho”, decía el Pontífice al final, tras contestar a preguntas sobre el binarismo de género o las contradicciones de la Iglesia.
Sobre la renuncia de Benedicto XVI, que le dio la oportunidad de ser elegido a Bergoglio, se podría considerar una película profética, la que estrenó en 2011 el italiano Nanni Moretti. Habemus papam, título cogido de la expresión latina con la que se anuncia que se ha llegado a un acuerdo para elegir al nuevo jefe de los católicos. Considerado como un tipo agnóstico, de izquierdas, militante en su juventud del Partido Comunista Italiano, Moretti decidió rodar una comedia sobre un cónclave, donde aparece elegido un cardenal que huye del Vaticano al no atreverse a ser Papa. Después de varias peripecias por la ciudad de Roma conociendo a gente real e intercalando conversaciones con ellos, vuelve a los palacios pontificios. En el primer saludo dirigido desde el balcón de San Pedro, el personaje interpretado por Michel Piccoli confiesa su incapacidad para dirigir la Iglesia y dimite. Quizá lo más divertido del filme sea una escena donde los cardenales que están encerrados en el Vaticano hasta que se acabe el cónclave, sea un partido de fútbol entre ellos.
De lo que puede pasar en las próximas semanas, si esos prelados votan mal, parafraseando a Vargas Llosa, da cuenta la serie de televisión que dirigió en 2016 el italiano Paolo Sorrentino. En ella, nos mostraba cómo la elección del candidato, a priori, más moderno, acaba convirtiéndose en todo un calvario. Jude Law, guapo, listo, elegante, con dotes comunicativas, americano, interpretaba a un joven Lenny Belardo, recién elegido Papa. Un pontífice de menos de 50 años que se hace llamar Pio XIII. Nadie sabe en el fondo qué piensa sobre los temas más importantes de la Iglesia, ni cómo piensa dirigir el Vaticano. Sus primeras y controvertidas decisiones descolocan a todo el mundo católico, incluyendo a los miembros de la curia y a los fieles de todo el mundo, haciendo tambalear hasta los mismos cimientos de la Iglesia. La segunda temporada se llamó El nuevo Papa, en ella, Jude Law estaba en coma, y le sustituía en el cargo, otro anglosajón, John Malcovich. Mucho más moderado, que se hizo llamar Juan Pablo III.
En 1986, de la mano del actor Anthony Quinn, nos adentramos en los entresijos de una elección papal. Fue en Las sandalias del pescador. La película estaba ambientada en la Guerra Fría, en plena división del mundo en dos, con una gran tensión internacional. Eso se mezclaba con los debates teológicos dentro del Vaticano y afectaba a la elección de un Papa nada convencional, que había pasado veinte años como prisionero político en un campo de trabajos forzados en Siberia.
La segunda parte de El código Da Vinvi, también adaptación al cine de la novela de Dan Brwon, fue Ángeles y demonios, nos contaba qué ocurriría en un cónclave si fueran secuestrados varios de los cardenales. Conspiración, tensión y escenas imposibles en esta película con Ewan McGregor, que cosechó un grandísimo éxito de público.
Cónclave es, precisamente, la última película que nos ha mostrado cómo es un cónclave, ese rito a puerta cerrada con estrictas normas, donde los cardenales de todo el mundo eligen en secreto dentro de la Capilla Sixtina al próximo Papa, sin poder salir hasta que se exhiba la fumata blanca. Dirigida por el alemán Edward Berger, que adaptó el best sellers de Robert Harris, Cónclave es un thriller que parte de la muerte de un Papa con características similares a Francisco. Ralph Fiennes es el cardenal encargado de organizar el evento y el que va descubriendo las intrigas vaticanas, las diferentes opciones, conservadores, progresistas y hasta de extrema derecha, que se dan entre los candidatos. La trama permite al director explorar los distintos pecados recientes de la Iglesia, como la pederastia, la situación de la mujer, la posición ante la homosexualidad, el voto de pobreza, la corrupción y hasta la fuerza de la Iglesia africana. La película tiene un giro final bastante sorprendente.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




