Paz por territorios

Madrid

¿Luz al final del túnel en la guerra de Rusia contra Ucrania? Quizás. Una cosa es el derecho, que consagra la integridad territorial de los Estados. Otra, la resistencia de un pueblo a una invasión extranjera. Y una tercera, el peso del pragmatismo, que puede aconsejar la negociación de paz por territorios: ceder parte de tu tierra soberana a cambio de acabar con una guerra.

Esta es la fórmula que se intentó en el conflicto entre árabes e israelíes y que se consagró en 1979 en un acuerdo de paz entre Egipto y el Estado israelí: este cedería todas sus conquistas desde 1967 a los palestinos y a cambio todos los árabes reconocerían al Estado de los hebreos, o al menos no le atacarían. La fórmula triunfó en parte, porque egipcios e israelíes ya no guerrean entre sí. Pero fracasó en todo lo demás.

Algo parecido es lo que empieza a discutirse sobre Ucrania, y también desde la propia Ucrania. Por vez primera el Gobierno de Kiev admite que las negociaciones para la paz con Rusia podrían entablarse sobre la base de las líneas actuales del frente bélico, en vez de sobre las fronteras legales.

De alguna manera supondría la posibilidad de “tolerar” de hecho el mando político ruso sobre buena parte de las provincias orientales que el Kremlin ha ocupado por las armas. Quizá en forma de un acuerdo de alto el fuego permanente, más que de un tratado de paz en toda regla. De todos modos, eso no significaría el reconocimiento formal de la soberanía de Rusia sobre la península de Crimea, de la que se apoderó en 2014, como pretende Trump, en favor de Putin.

Y tendría varias contrapartidas: la principal sería una garantía de seguridad para el Estado ucraniano. Solo a los ciudadanos de ese país corresponde la última palabra sobre una negociación así. Los demás pueden ayudar, contribuir, aportar… pero no decidir sobre los límites de un Estado soberano.