El eco del Papa retumba en zonas en conflicto

El Papa Francisco era la voz de los excluidos en los rincones más remotos del mundo. Tras su muerte y en medio de las especulaciones por quién será elegido como su sucesor y si dará o no continuidad a su mensaje, nos acercamos a algunos de esos lugares en conflicto para conocer el impacto de su defensa acérrima de los más vulnerables.

El misionero argentino Jorge Crisafulli ha dedicado más de treinta años de su vida a recorrer las zonas más vulnerables de África, desde Sierra Leona a Nigeria, donde se encuentra actualmente. Ha comprobado de primera mano cómo el eco del mensaje del Papa en favor de los excluidos llegó hasta ellos. Recuerda los cinco viajes que Francisco realizó a Áfica, a países como Sudán o el Congo, con conflictos bélicos, sequías y hambrunas.

“Nos ha anunciado, no solo con sus palabras, sino sobre todo con sus gestos, que quería una Iglesia pobre, más transparente, menos apegada al poder y al dinero, en línea con todo lo que Jesús vino a contarnos sobre el reino de Dios”, subraya sobre Bergoglio, recordando algunos de los sencillos gestos que llevó a cabo desde su nombramiento para comunicar el cambio “histórico” que quería hacer en la Iglesia, como elegir su nombre, Francisco, o vivir en Santa Marta en lugar del palacio papal.

Para Crisafulli, el Papa Francisco “ha marcado un camino mostrando que la Iglesia no es solo eurocéntrica o américa del norte céntrica”, como lo demuestra su nombramiento de cardenales que vienen de las periferias del mundo. “Ha sido un revolucionario del espíritu y ha creado una revolución en la Iglesia”, dice, comenzando un proceso que el misionero cree imparable, confiado en que el próximo papa asuma su visión de una Iglesia “inclusiva, transparente, pobre, que acompaña a todos”.

Esperanza en Siria

En Damasco, en Siria, se encuentra Pedro García, también de Misiones Salesianas. Allí, donde todavía sufren las consecuencias de una guerra civil extendida durante 13 años, los misioneros se agarran a la fe. “Estamos bastante tranquilos porque, en definitiva, quien guía la Iglesia es el Espíritu”, explica García, por eso confían en que un eventual cambio de corriente en el Vaticano no afecte al legado de Bergoglio. “Tendremos que continuar procurando seguir a Cristo e ir al encuentro de los más pobres”. En el país hay una minoría cristiana que representa menos del 5% de la población.

Han pasado ya prácticamente cuatro meses desde la caída del régimen de Bashar al-Assad. Aquel día, el misionero estaba en la capital, donde vivó “unos primeros días de bastante revuelta”. García cuenta que “realmente nunca ha habido una oportunidad en Siria para ponerse todos de acuerdo bajo una constitución de derechos humanos y de derechos y deberes de las personas”.

Sin embargo, el cambio está siendo positivo. “Ahora ninguno de los grupos tiene la fuerza suficiente como para imponerse a los otros, entonces hay un diálogo que se está manteniendo”, celebra el misionero. Los brotes de violencia que surgen se han ido controlando. En medio de esa inestabilidad, siguen trabajando con los jóvenes y los más necesitados esperando, con optimismo, a que las condiciones mejoren.

Las prioridades en las que centra su trabajo en este momento son la mediación entre los grupos y asociaciones para coordinar sus acciones y la obtención de financiación, muy mermada desde la caída del régimen. “Hemos conseguido dar una ayuda económica, por pequeña que fuera, a todas las familias de toda la institución salesiana en Damasco y en Alepo”, asegura. Con 50 euros por familia, contribuyen a mantener una vida digna en esos hogares al menos durante un mes o mes y medio.

Pero las perspectivas de futuro de los jóvenes son muy poco halagüeñas. El misionero recuerda que durante el régimen de Assad el servicio militar, que duraba años, era obligatorio. Al haberse terminado, “los jóvenes que han acabado la carrera se plantean si merece la pena”, e intentan buscar una vida fuera del país. El padre lamenta que “la savia viva de Siria está yéndose, por desgracia”.