Un kit colectivo de emergencias

Barcelona

Es el deporte nacional. Ya hemos entrado de lleno en buscar el culpable del Gran Apagón. Ayer preveníamos de que el discurso público empezaba a focalizarse por lo que debiera ser el final, el quién: ¿en quién recae la responsabilidad? ¿Quién es el culpable, si lo hay? Ya hemos caído en ese abismo. En vez de seguir todavía con lo primordial: el qué.

¿Qué hacer ahora mismo para seguir normalizando lo que aún funciona a medias? ¿Qué hacer enseguida para prevenir el desamparo ante un próximo gran evento inesperado de esos que producen caos? ¿O sea, qué kit colectivo de emergencias necesitamos en caso de apagón, inundación, accidentes masivos? ¿Cuántas provisiones, camas, medicinas, abrigo de repuesto deben tenerse a disposición de los ciudadanos?. ¿En qué lugares, estaciones, campos deportivos, escuelas, centros cívicos, deben almacenarse?

Ustedes perdonen. Yo no pienso morir en defensa de una puñetera placa solar. Y menos aún de ninguna de nuestras Fukushimas nucleares de bolsillo. Y les invito a que se rebelen, aunque sea desde el sofá de casa o al volante del coche. No se dejen atrapar por una tensión que les es ajena.

Ahora, para unos la culpa del apagón son las energías renovables, el sol, el viento. Para otros, que no estaban en funcionamiento otras energías de repuesto, los ciclos combinados a gas o varios de los reactores nucleares, quizá porque esa “permanencia” cuesta dinero a las eléctricas privadas. Los demás discuten de si la operadora eléctrica de mayoría pública ha invertido suficiente en la protección de la red.

Pienso escucharlo todo, por supuesto, es el deber de un periodista y el derecho de los ciudadanos. Pero me declaro en huelga de activismo intelectual sobre asuntos complejos cuyos recovecos técnicos desconozco. Ansío la verdad, pero deben ofrecérnosla otros.