León y Europa
El dilema de la Unión se plasma hoy en un pulso entre el pesimismo y la ambición

Madrid
Hay vida más allá del Vaticano. Pero también nos queda una buena pregunta sobre cómo el nuevo Papa va a encarar su vínculo con los europeos, hoy, 9 de mayo, justamente el día de Europa. Al fin y al cabo, esa casa es también un Estado europeo. El dilema de la Unión se plasma hoy en un pulso entre el pesimismo y la ambición. Los pesimistas subrayan que Europa se ha quedado sola, que incurre en fuera de juego entre las grandes potencias, más habituadas a la carrera de la fuerza, de la disputa abrupta y estridente.
Los más optimistas destacan que eso mismo brinda una ventana de oportunidad de gran empaque: si Trump renuncia, como está renunciando, al liderazgo del mundo libre, ese espacio queda vacío. Si China, que tiene muchas bazas, no acaba de fraguar una ambición de liderazgo, más que su defensa de la población que la sostiene. Si nadie más apunta en el horizonte, ¿acaso no es el momento de Europa? El momento de construir un liderazgo, pero no en solitario, sino colectivo, con los países más afines. Como los de América Latina, o Canadá, o Australia. Es momento de soñar. Y de concretar sueños.
El Vaticano puede ayudar. Europa es un poder blando. La Santa Sede, un poder blandísimo, basado en ideas, creencias, capacidad de atraer conciencias. El papa Prevost-Martínez tiene una mochila que aportar, no solo la administración diligente de la herencia que recibe: su experiencia de la vida en países del Sur, la gente emergente; su defensa de la inmigración, frente a racistas y xenófobos; su intolerancia hacia la extrema derecha; su radicalidad contra las dictaduras, con los enemigos de la paz… Todo eso le conviene a Europa. Ojalá que lo que bien empieza, prosiga bien.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...