Manuel Jabois, sobre el legado de Mujica: "Estuvo entretenido en intentar cambiar el mundo, y aunque no lo consiguió, eso le dio un sentido a su vida"

Madrid

Impresiona que un hombre tan viejo haya dado siempre recetas tan afiladas para los problemas de los más jóvenes. Que no se quedan en la superficie sino que van al origen, por eso subrayaba siempre el tiempo, le daba el valor que pocos en el poder le dan: entendía que si el mundo cambiaba, debería hacerlo mediante su relación con el tiempo. En alguna ocasión dijo: “Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer". También dijo: “Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”.

La transformación no empieza por el dinero, como se empeñó en aplicarse a sí mismo, sino por el tiempo, que se nos roba, y el deseo, que se nos inocula. Desearlo todo, todo el rato, y siempre más que los demás. Dijo: “Hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión". Y resumió: "Enfrentamos el sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas y a la soledad con electrónica".

La frase que se celebra en el obituario de El País es una lección íntima y delicada sobre lo que podemos hacer, si nos da la gana, el tiempo que nos quede aquí: estuvo entretenido en intentar cambiar el mundo, y aunque no lo consiguió, eso le dio un sentido a su vida. Y al dárselo a la suya, también consiguió dárselo a la de los demás.