Eduardo Mendoza, un lujo
Un magnífico Premio Princesa de Asturias de la Letras

Madrid
Por sencillo, Eduardo Mendoza es un lujo, de las letras y de la vida. Por su ironía que no huye el compromiso cívico, una rareza. Por su curiosidad sobre todo lo nuevo, sobre todo bicho viviente, todo lo engrasado, y lo que chirríe, este ciudadano escritor se ha ganado el respeto general.
Como los de los grandes astros, sus personajes son angulosos, representativos, unos rostros que por sí mismos explican historia. Ansían, palpitan, ambicionan y envidian. Aman, y huelen y matan. Roban, saltan a todos los vacíos. Y se sorprenden con un chasquido.
Por debajo de ellos, su ciudad es más que un paisaje, es la persona colectiva que les asigna un papel y una pasión, como simbolizan los de Shakespeare o los de Stendhal: el del asesino, el del desquiciado, el del arribista, el del extraterrestre camaleón.
Las grandes obras de Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios, y la más minimalista, Sin noticias de Gurb, son Barcelona en estado puro. Es decir, una ciudad-personaje mixto, mestizo y contradictorio, burgués y obrero, elegante y vulgar, apasionado y receloso, amante y despechado. Es grande, Eduardo Mendoza.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...




