
Cannes 2025 | Joaquin Phoenix y Pedro Pascal, enemigos políticos en 'Eddington', un wéstern sangriento sobre el negacionismo
Cannes
Si hay un género que haya profundizado en contar la psicología de la sociedad americana ese es el western. A él se encomienda Ari Aster, un director que en los últimos años ha revolucionado el género de terror, con películas como Hereditary o Midsomar, y que ahora presenta su nueva película, Eddington, con la que ha logrado entrar en la competición del Festival de Cine de Cannes. Un western muy atípico, que acaba en un baño de sangre y que ha reunido a uno de los mejores repartos de esta sección oficial. Joaquín Phoenix, Emma Stone, Austin Butler, Pedro Pascal y Luke Grimes.
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La trama sucede durante la pandemia del Covid en una pequeña ciudad apacible de Nuevo México, donde el miedo al virus enfrenta a sus ciudadanos. Joaquin Phoenix, que ya trabajó con el director en Beau Tiene miedo, es aquí un sheriff que no cree en las mascarillas. Si los western fundacionales hablaban de la creación de Estados Unidos como país, Eddington habla de su destrucción. Esta es una película sobre la América contemporánea. Se rodó hace un año, pero nada ha caducado, todo sigue vigente. Lo que ocurre en ese pequeño pueblo es extrapolable a lo que ocurre en todo el país, de hecho, podría ser el relato que mejor explique como Trump ha vuelto a colarse en la casa Blanca.
Aster elige a un protagonista que no quiere ponerse mascarilla y que defiende a los vecinos que tampoco lo hacen, frente a los que se protegen del virus. Inteligente construcción de un líder local en contraposición con el alcalde, Pedro Pascal, con quien rivaliza en las próximas elecciones. Y es que casi empatizamos más con Phoenix y entendemos sus argumentos, en un interesante juego del director y el actor para ponernos en la piel de tantos ciudadanos que han caído en las teorías conspiranoicas y en el liderazgo de personajes como el propio Trump. Es como si Aster respondiera a eso que nos preguntamos todas después de las elecciones de Estados Unidos: "¿pero por qué le votan?".
De ahí va retratando el día a día de una comunidad enferma y sobrepasada. La mujer del sheriff, una víctima de violencia deprimida y necesitada de creer cualquier locura. Pedro Pascal, un alcalde insolente. El joven blanco heterosexual convertido en un falso aliado. Un hombre sin hogar y sin rumbo, etc. Personajes víctimas del sistema. Sin embargo, al director no le interesa tanto las heridas psicológicas de los personajes; sino más bien comprender cómo la sociedad construye esas heridas. En un país donde la creencia principal, el sueño americano y la meritocracia, se han derrumbado, todo es un caos y un sinsentido. Las armas, el black lives matter, las fake news... Todo va apareciendo en las vidas de estos desgraciados y haciendo que crezca la enemistad y la violencia entre ellos hasta desembocar en un final explosivo en el que el autor se reencuentra con el género de terror.
Dice la socióloga Eva Illouz que la relación del individuo con su entorno social está mediada por la esperanza y la creencia en la meritocracia, por eso, los personajes de Ari Aster se mueven en la violencia, en un territorio salvaje que, como en el antiguo oeste americano, no hay reglas, cada uno puede tomarse la justicia y la venganza por su mano, con sus armas reglamentarias. De modo, que el surgimiento de los movimientos reaccionarios, de los incels, de MAGA, de Quanon, de los antivacunas no es más que un efecto de la decepción creada por las democracias capitalistas.
Las mentiras sin contrastar en Facebook, los likes de Instagram y la obsesión por contarlo todo, los vídeos virales de Youtube o los podcast de hombres cabreados van apareciendo en el filme mostrando la manera en la que ha cambiado la percepción de la realidad después de las redes sociales, la IA y demás inventos. Curiosamente, Aster ha hecho el relato más realista de nuestros tiempos. El filósofo Éric Sadin dice que la mediación tecnológica altera y confunde los planos de realidad. Solo desde esta distorsión se puede entender que, de golpe, vuelva a haber gente, como los personajes de la película, defendiendo hipótesis tan demenciales como el terraplanismo. El régimen de la pura apariencia modifica el consenso social.
Entre el drama familiar, el western y la comedia negra, el director mantiene su estilo visceral, aunque más depurado y accesible al público que en su anterior filme. Hay guiños a Polanski en este intento de abordar la ruptura de una sociedad que ya no puede confiar en sí misma. Rodada en Alburquerque, un lugar fronterizo, árido y casi al que cuesta llegar, Eddington tiene un cuidado trabajo de sonido para demostrar que el miedo es político. Si Beau tiene miedo era un viaje a lo profundo del miedo y al horror de la sociedad, Eddington es el viaje a cómo el fanatismo y la violencia surgen en estos tiempos que vivimos. Sin embargo, como su anterior película, Ari Aster se pasa de metraje y desparrama con algunas historias secundarias. Sin duda, Eddington es una película interesante, cuyo encaje en la competición de Cannes tiene más que ver con el tema, que dialoga con la película de Oliver Laxe, Sirat, o con Dossier 137, de Dominik Moll, que por su formalidad. Si La Sustancia salió el año pasado convertida en un hype aquí en Cannes, quizá sea Eddington el título llamado a recorrer ese camino.
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