Cannes 2025 | 'La trama fenicia' de Wes Anderson y 'Die my love' de Lynne Ramsay
Cadena SER
Cannes 2025 | Jennifer Lawrence y su salvaje viaje a lo profundo de la depresión con 'Die My Love'
Cannes
La última palabra de la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz es "salvaje", adjetivo que define toda su obra, pero en especial este libro, Mátame, amor, reeditado en España por Anagrama. Ese salvajismo conectó con una directora que ha hecho de los instintos la base de sus películas, la escocesa Lynne Ramsay, que cuenta en esta adaptación que es Die my Love con la producción de Martin Scorsese y con dos estrellas hollywoddienses como Robert Pattinson y Jennifer Lawrence, que la han arropado en su presentación en el Festival de Cannes.
Cannes, entre autores consagrados, estrellas y un relevo generacional
La novela fue publicada originalmente en 2012 y forma parte de una trilogía sobre la maternidad, la violencia y la pulsión de muerte. En esta historia, tenemos a una madre que acaba de parir y que sufre una depresión postparto muy bestia, a la que nadie parece dar importancia. Ni su pareja, trabajando fuera de casa y quejándose de los sucio que está todo, o su suegra, carismática, como siempre, Sissy Spacek, ni su suegro, Nick Nolte. La depresión es el tema central de una película que mete al espectador en los altibajos de una mujer enferma, en su dolor y también en sus momentos más lúcidos, dando la oportunidad a la oscarizada actriz de mostrar, una vez, que los personajes impulsivos, carismáticos y con carácter son los que mejor consigue dibujar. Personaje hipnótico, que en teatro lo interpretó la argentina Érica Rivas, que es visceral, actúa y habla sin filtros, y que rompe con los estereotipos femeninos. Esa fue la gran baza de la novela que el filme trata de explorar.
La directora logra adentrar a los espectadores a los aspectos más oscuros de la mente humana gracias al trabajo de la actriz, a los flashbacks llenos de recuerdos y visiones, la luz y los movimientos de cámara, a veces atropellados e incoherentes como la mente humana, y a la banda sonora.
Los elementos poéticos de Ramsey, que ya utilizó en Tenemos que hablar de Kevin, filme sobre la maternidad y la maldad, contrastan con las acciones autodestructivas del personaje de Lawrence. Planos de la naturaleza, de los animales, para insistir en el lado salvaje de una mujer, que no es que no quiera ser madre, es que la maternidad ha desatado la tensión entre lo animal y lo humano, lo dionisíaco y lo apolíneo que habita en nosotros. Es muy nietzeana la mirada de Ramsey, pero sin separase del dramatismo y la introspección psicológica de Silvya Plath, ni olvidar algunos puntos del cine de terror y mucho humor negro. Con todo ello, la directora nos hace comprender que ser madre no redime a la mujer de las miserias humanas.
Sin embargo, al filme le falta ir un poco más allá del propio dolor del personaje. Es como si se obnubilara con ella y evitara mirar más allá del individuo. Algo que la brillante propuesta de Harwicz sí lograba, enlazar la enfermedad con el modo de vida, con las dinámicas familiares y con la condición de género. En la novela la protagonista, como la propia directora, era una escritora incapaz de escribir, que se había mudado con la familia de su marido al campo francés, un lugar que detestaba. Aquí son los dos americanos, pero la idea de estar imbuida por los amigos, por la familia del otro y por las normas sociales de los demás, emerge del mismo modo en que lo hacía en el libro.
Las enfermedades mentales no surgen de la nada, son productos sociales. Por eso, decía el sociólogo Mark Fisher, que se suicidó tras una larga depresión, hay que repolitizar el sufrimiento y la felicidad. Algo de lo que se olvida Lynne Ramsay. Para Fisher el infierno no son los otros, sino uno mismo, pero uno mismo que vive en un sistema que le lleva a no querer estar ahí. Hay algo en el personaje de Lawrence que reverbera en todas esas amas de casa que se quedaron a hacer tartas decoradas con mimo para sus hijos, a ordenar la casa y a esperar a su marido con la cena y cerveza fría. No es casual que muchas amas de casa caigan en depresión, algo que veíamos, contado de manera más delicada, en el personaje de Julianne Moore en Las horas, la película de Stephen Daldry. Su vida es cederse a los demás. Aquí hay una mujer que dice no. O no lo dice, pero abandona todas sus supuestas obligaciones y se deja llevar por el deseo. Por eso, el tema aquí no es tanto la maternidad, como lo era en Salve María, la película de la directora catalana Mar Coll, donde una madre se arrepentía de serlo y, cuyo personaje guarda algunas similitudes con el del filme. Aquí el problema es cuando una mujer no quiere ni puede seguir la corriente, seguir la norma del patriarcado, ser maja con los vecinos o tener limpia la casa. La depresión es después de todo una teoría sobre el mundo y la vida
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