Si comprar entradas para Bad Bunny fue una pesadilla, ¿cómo podrían empeorar otras experiencias por culpa de los precios dinámicos?
La experiencia de intentar hacerse con una de estas entradas fue hostil y tramposa

Precios dinámicos: los que se mueven siempre al alza
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Madrid
Jaime García Cantero y Nuño Domínguez han hablado en la sección del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Hoy por Hoy de la trampa digital de los precios dinámicos. La semana pasada se pusieron a la venta las entradas para los doce conciertos que Bad Bunny tiene previsto dar entre finales de mayo y primeros de junio en Madrid y Barcelona.
Para cientos de miles de usuarios, la experiencia de intentar hacerse con una de estas entradas fue hostil y tramposa. Horas de cola virtual, que no se podía abandonar porque mandaban al usuario de vuelta al final de la cola, la página se caía a cada rato y, una vez que llegaba al momento de adquirir la entrada, el precio podía haberse triplicado.
Y hay más trampas en esto de los precios dinámicos de entradas: “si intentas cambiar de entradas, el precio final no te sale hasta que llegas a última pantalla. Ahí te sale un precio que ha partido de 70 y que puede ir, cuando llegues a esa pantalla, por 260€. Y si tú quieres cambiar de entrada por otra barata, te pasan a la casilla de salida, que es una nueva,” explica Jaime García Cantero, que subraya que ya es hora de examinar este asunto de una manera seria. Es noticia que tanto el Ministerio de Consumo como la Comisión Europea están en ello.
Aquella experiencia, formativa para tanta gente, de ir a unos grandes almacenes o a una tienda de discos a comprar entradas ha desaparecido completamente, y estamos en manos de un gigante como Ticketmaster, que no explica cómo usan los algoritmos para establecer los precios. No existe transparencia algorítmica, no sabemos qué parámetros se tienen en cuenta, aunque sí que no se trata solo de que varíen en función de la demanda.
En el caso concreto de estos conciertos de Bad Bunny, además, cambiaba la oferta, no solo la demanda, porque primero se anunciaron dos conciertos y luego se fue ampliando hasta llegar a las doce fechas.
Esto no solo pasa en los conciertos, obviamente: es flagrante en el caso de los billetes de avión, de los hoteles y de servicios de transporte como Uber. Puedes estar sentado en un avión habiendo pagado un precio completamente diferente al que ha pagado tu compañero de asiento. En estos servicios el precio no solo depende de la oferta, la demanda y el momento de compra, sino que “está demostrado que también varía en función de factores como cuánta batería te queda en el móvil, o desde qué móvil lo estás haciendo, desde qué barrio llamas, incluso de cómo tecleas… El precio se mueve en función de muchísimas cosas porque el algoritmo se ha programado para maximizar el beneficio de estas empresas.” Como incide Àngels: los precios son dinámicos, pero nunca se mueven en favor del usuario.
En el caso de las líneas aéreas, hace unos años el usuario sabía que cuanto antes comprara el billete, más barato salía: la urgencia de viajar salía más cara. Hoy esto ya no es así: “Hoy los precios son, para que nos entendamos, personalizados. El precio te lo ponen a ti y está pensado para que pagues lo máximo posible. De hecho, en muchas tiendas de Internet, si tú entras recurrentemente a ver una cierta cosa, esa cosa va subiendo de precio cada vez que la miras. Y no sube para los demás, solo sube para ti.”
¿Pero esto es legal? Parece que sí: lo ilegal es no explicar cómo se hace. Es decir, la falta de transparencia algorítmica. El problema, como sentencia Jaime García Cantero, es que “aquí nadie explica nada”.
¿Y si tampoco los usuarios revelaran quiénes son y cuál es su historial entrando en las webs de venta a través de navegación privada? ¿Es posible, como sugiere Nuño Domínguez, que en ese modo la web no nos reconozca y no pueda usar la información que tiene sobre mi historial?
En navegación privada la web resetea toda la información que tiene sobre el usuario porque no tiene acceso a las cookies. Pero resulta que muchas webs almacenan información aparte, además de la que contienen las cookies: “cómo navegas, cómo tecleas, qué tipo de cosas buscas, en qué orden las buscas... Todo eso dice más cosas sobre ti de las que creemos, aunque no puedan identificarte con un histórico de las cookies. Con esto pueden hacer perfilados con los que pueden intuir si vas a pagar más o menos.”
En el asunto de los precios de los Uber y los Cabify, una última injusticia sangrante es que, por mucho que suba el precio final para el usuario, el conductor, el último eslabón de la cadena, seguirá cobrando lo mismo. Los precios son dinámicos, pero los salarios no.
¿Y si los bares y restaurantes también empezaran a emplear precios dinámicos? Cuando el bar estuviera lleno, la caña saldría más cara. O si acudieras al bar con un grupo grande de gente, o vestido de determinada manera. Según un estudio internacional de la universidad Rey Juan Carlos y la Universidad de las Islas Baleares, los precios dinámicos no afectan negativamente al cliente en los restaurantes. Pero siempre que la fijación de precios se haga con mecanismos transparentes, cosa que, en el caso de los servicios que ya emplean estos algoritmos, evidentemente no está sucediendo.

Eva Cruz
Redactora en el magazine de 'Hoy por Hoy' desde 2017.




