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Cannes 2025 | El desafío de Julia Ducournau con 'Alpha', una imperfecta mirada al trauma del sida

Cannes

Susan Sontag lo sintetizó claramente en su ensayo El sida y sus metáforas, (1988): como la lepra en la Edad Media o la sífilis decimonónica, el sida era una enfermedad que ciertos discursos -morales, religiosos y médicos entre otros- asociaban al castigo por los placeres y los pecados. Fue el momento en el que se culpabilizó a los enfermos acusados de tener “peste rosa”, “cáncer gay” o la “enfermedad de las cuatro haches”: de los homosexuales, hemofílicos, heroinómanos y haitianos. Así fue leído el sida, que marcó los años ochenta en todo el mundo, en una época en la que no hubo políticas sanitarias en casi ningún país y nadie osaba pronunciar el nombre. No lo hacen los personajes de Alpha, la nueva película de Julia Ducournau, la directora francesa que ganó la Palma de Oro en 2021 con Titane y que este año vuelve con mucha expectación a la competición del Festival de Cannes.

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Cannes, entre autores consagrados, estrellas y un relevo generacional

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La directora no se ha amilanado, ni censurado y muestra en Alpha una historia poderosa, llena de riesgo y completamente imperfecta. De hecho, esa imperfección es lo que hace especial un filme que vuelve a jugar con el género para contar una historia de amor, en este caso familiar. Junto con Sirat o Eddington, Alpha es una de esas películas que abre debates, que divide a la crítica y que genera esa ansiada conversación que un festival de cine siempre necesita y que Cannes sabe cómo abrir cada año.

Alpha es una adolescente de trece años que vive con su madre, una mujer de origen iraní, y que llega un día a casa con un tatuaje infectado que se ha hecho con una aguja compartida. El miedo a contagiarse de sida, palabra que, insistimos, no se pronuncia en todo el filme, como no se pronunciaba en la época en la que se ambienta, los ochenta, desata el miedo de su madre, cuyo hermano también sufre esa enfermedad. El actor francés, protagonista de Un profeta, Tahar Rahim, la actriz iraní Golshifteh Farahani y la joven debutante Mélissa Boros son los protagonistas de una película en la que el punto débil son las actuaciones, subidas de tono durante todo el metraje.

Como en Titane, Ducournau se encomienda en David Cronenberg para contar cómo la enfermedad se encarna en el cuerpo, pero también todos esos dispositivos de control, que describía el filósofo Michel Foucault, fallecido de sida, que la sociedad impone sobre los enfermos, cuyos cuerpos van convirtiéndose en mármol conforme avanza el virus por ellos.

La directora mezcla el body horror -mucho menos presente que en Crudo o Tinate, pero con algunos guiños interesantes- con el drama familiar, con una historia de adolescencia y descubrimiento, que consigue alcanzar momentos memorables y que habla del pánico moral y puritano que se vivió en aquellos años, los de la infancia de la propia directora. El miedo al contagio que aparecía en Verano 1993, contado por Carla Simón de una manera muy sutil, o en Mala sangre, de Leos Carax, película protagonizada precisamente por la presidenta del jurado Juliette Binoche. El miedo de una generación que fue, insistimos, un mecanismo de control social. Eso lo cuenta de una manera fantástica Ducournau que es capaz de mostrar los cambios del cuerpo de una adolescente, en plena pubertad, con el miedo a la sangre y fluidos. El miedo al sexo, la vergüenza de sangrar, etc. Son estupendas y sumamente políticas las escenas en el instituto, en gimnasio y en la piscina, donde se ve cómo esos adolescentes han asumido los prejuicios de sus padres y han interiorizado las metáforas en torno a la enfermedad. La película realiza una crítica a esa hipocresía y a ese miedo que hizo que nadie tomara conciencia. Los hospitales se cerraron en banda, las familias rechazaron a los enfermos y los gobiernos miraron para otro lado hasta muy tarde, como nos contó Robin Campillo en 120 latidos por minuto.

Alpha es demasiado explicativa por momentos, un poco hortera y con unas actuaciones demasiado intensas para una película que habla del duelo y del sacrificio de una madre por su hija, pero que ahonda en una época que marcó a una generación y que este año está muy presente en Cannes. Mañana Carla Simón presentará 'Romería', un homenaje a sus padres que en los noventa murieron de sida. También está en 'La misteriosa mirada del flamenco', del chileno Diego Céspedes, sobre cómo se crean comunidades para defenderse del odio, al ritmo de Rocío Jurado y con una mirada de western.

 

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