La selva en el alcorque

España está viviendo una primera parte del año 2025 especialmente húmeda y lluviosa, tanto que figura ya entre los ocho años con más lluvia en el mismo periodo desde que hay registros históricos. Los embalses se encuentran trece puntos por encima de la media de los últimos diez años. Tan singular están siendo el invierno y lo que llevamos de primavera que el paisaje se ha transfigurado en muchas zonas del país, que muestran un verdor casi irlandés.

Hay un testigo más humilde y cercano de esta circunstancia meteorológica tan extraña y bienvenida. Son los alcorques de nuestras calles y avenidas, habitualmente yermos y resecos, y hoy poblados por unas desacomplejadas microselvas con toda clase de hierbajos e incluso florecillas cubriendo la base del tronco de los árboles. Parece inevitable que en cuanto llegue el calor ese desahogo vegetal que se ha tomado la naturaleza, a menudo tan invisible en las ciudades, desaparecerá. Pero de momento hay que aprovechar para disfrutar del espectáculo y entender su mensaje.

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Porque esos alcorques, siempre tan maltratados con todo tipo de usos salvo dejar crecer el verde, son el canario en la mina que nos informa de que hay algo raro en el aire. Un reciente informe de la Comisión Europea informaba de los riesgos crecientes que plantea la situación de sequía en gran parte de la Europa central y del este, mientras en la península ibérica y algunas zonas de Francia e Italia estamos en un momento de pluviometría y humedad del suelo claramente por encima de lo habitual. Si no hay un cambio pronunciado de la situación actual -que no se espera a corto plazo-, muchos ríos de Alemania, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca o Reino Unido pueden experimentar problemas. En el Rin se han activado ya las alertas de posibles restricciones a la navegación ante la disminución de caudal.

No es la primera vez que este fenómeno -es decir, que el norte sea el sur y viceversa- se produce, ni tiene por qué significar una tendencia. En cualquier caso, el calentamiento global es una evidencia: toda Europa, incluida España, está teniendo en lo que va de 2025 temperaturas más altas del promedio de las tres últimas décadas. Y parece cierto que una de las consecuencias directamente relacionadas con esa anomalía de temperaturas es la mayor frecuencia de fenómenos atmosféricos extremos.

Fijarnos en los alcorques revitalizados y sorprendentes de esta primavera nos ayudará también a no olvidar que España ha vivido en los tres últimos años en una situación de grave sequía. El feliz alivio que hemos tenido este año no garantiza más que una calma momentánea, ya que lo más probable es que más pronto que tarde vuelva a castigarnos la falta de lluvias. La gran cantidad de agua que hoy tienen los pantanos debería estimularnos para gastarla con el mayor cuidado posible, haciendo del ahorro y la reducción constante del consumo una norma de uso común en todas las actividades.

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Además, ese verdor sobrevenido y sin invitación que se ha colado en nuestras aceras es también un recordatorio de la necesidad de renaturalizar en lo posible nuestras ciudades, eliminando asfalto y dejando tierra y espacio libre al crecimiento de la vegetación. No se trata de poner más césped, sino de aprender a convivir de nuevo con la naturaleza.

Observar los alcorques reventones que estos días reclaman nuestra mirada no es, finalmente, más que el recordatorio de la urgencia de conciliar los modelos urbanos con el medio ambiente, una vez que ya se ha demostrado que vivir a sus espaldas no es viable ni en términos de sostenibilidad ni de nuestra propia seguridad frente al clima extremo. Cuando este verano hayan desaparecido de nuestra vista y nos aflija una ola de calor multiplicada por el asfalto comprenderemos lo que ahora se nos escapa.