Pablo Cerezo, escritor: "Puede que me arrepienta de mis tatuajes, pero también anclo momentos vitales en un tiempo que perdemos"
Aimar Bretos entrevista a Pablo Cerezo. Acaba de publicar el 'El cuerpo enunciado. Cómo el tatuaje explica nuestro tiempo'.

Madrid
Pablo Cerezo tiene cuatro tatuajes y aspira a tatuarse el cuerpo entero. Tiene otra meta: que los demás comprendan el mundo del tatuaje, un fenómeno que se ha popularizado de forma masiva en los últimos 25 años. De momento, ese objetivo lo ha cumplido con 'El cuerpo enunciado. Cómo el tatuaje explica nuestro tiempo' (Siglo XXI Editores), porque ya llegan lectores a su Librería Pérgamo diciéndole que les interesa su libro porque necesitan "entender los tatuajes" de sus hijos. Los padres de Pablo también forman parte de esa generación que están en ese proceso de aprendizaje.
El ensayo de Cerezo es una reflexión sobre la evolución del tatuaje. En ese viaje al pasado ha descubierto que antes "nos tatuábamos de todo" y, por eso explorar los orígenes del tatuaje en las primeras tribus es "como ir a las cavernas y ver pinturas rupestres". Hoy, en el siglo XXI, la piel se ha convertido en "un mapa, una cartografía y un diario".
El arrepentimiento
Para salvar el problema del arrepentimiento, los que se lanzan a tatuarse buscan darle a esa primera experiencia una carga simbólica. Con los siguientes, importa más "la parte estética", aclara Cerezo que ya se ha acostumbrado a las preguntas sobre el arrepentimiento. "Parece que concepto arrepentimiento sólo se aplica al mundo del tatuaje. Puede que me arrepienta de mis tatuajes, pero también anclo momentos vitales en un tiempo que perdemos", responde Cerezo.
Amigos del infortunio
El origen del tatuaje está estrechamente relacionado con una cuestión médica, porque se hacían incisiones en la piel, se introducía una planta medicinal, se prendía y dejaba una marca de por vida. "Cuando pensamos en la historia del tatuaje, pensamos en tribus lejanas de islas remotas, pero lo tatuajes también se usaron en la Europa preclásica y eso acaba en el año 313 con el emperador Constantino" explica Cerezo. Fue en ese año cuando se decide que la religión oficial sea el cristianismo y, por tanto, si el cuerpo está hecho a imagen y semejanza de Dios, el tatuaje era una profanación del proyecto divino.
Cada etapa histórica tuvo su relación con el tatuaje, los coptos se tatuaban una cruz en la muñeca para que se supiera que eran cristianos; los marineros que viajaron con Cristobal Colón escribieron sobre los tatuajes y fue el Capitán Cook quien marcó un antes y un después, porque los marineros volvieron tatuados a Europa. En ese momento, el tatuaje empieza a describir la vida del que lo lleva y aparecen inscripciones como "amigo del desastre" o "hijo del infortunio". En el caso de las prostitutas, se tatuaban el nombre del amante con la inscripción "para toda la vida". Las que hubieran perdido a su amor en una guerra, por ejemplo, optaban por una golondrina. Así recordaban al amante que se había ido y no volvería.
Borbones tatuados
A finales del siglo XIX, los reyes empezaron a tatuarse. "En los Borbones, hay reyes tatuados", recuerda Pablo Cerezo. Entonces, se tatuaban "barcos o dragones", pero esa incursión de la monarquía en los tatuajes se frenó en seco en 1891. Fue efímera, porque se inventó la máquina eléctrica de tatuar y se amplió la gente que se tatuaba: los criminales, los marineros, los marineros y las prostitutas.

Marisol Rojas
Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....




