"Tengo acceso a un tratamiento que puede salvarme la vida": tres pacientes oncológicos cuentan su experiencia participando en ensayos clínicos
España es uno de los países punteros a la hora de realizar ensayos clínicos a nivel mundial. Hablamos con tres pacientes con cáncer que reivindican la importancia de participar en estos estudios
La Ventana a las 16h | España, país puntero en ensayos clínicos
Madrid
Cada 20 de mayo se celebra el Día Internacional del Ensayo Clínico. Un día que tiene como propósito dar a conocer en qué consiste la investigación, así como su enorme importancia. España es el primer país de la Unión Europea, así como el tercero del mundo, tras Estados Unidos y China, en número de ensayos clínicos que salvan la vida a pacientes que no responden a tratamientos convencionales. Hemos hablado con tres pacientes que nos han explicado por qué España es tan puntera en este campo y cómo viven su participación en dichos ensayos.
Jorge Bartolomé, oncólogo de la Unidad de terapias experimentales en el Hospital Clínico de Madrid, ha asegurado que España es una potencia internacional en los ensayos clínicos. "Contamos con profesionales altamente cualificados, hospitales bien organizados y un marco regulatorio sólido que facilita la investigación. De hecho, muchos laboratorios y empresas farmacéuticas eligen nuestro país como lugar prioritario para probar las terapias más innovadoras", ha dicho Bartolomé.
Existen muchos factores que influyen en este liderazgo a nivel mundial, pero resaltan tres de ellos: un sistema de salud sólido, una buena regulación que simplifica y agiliza procesos y contar con mucho talento. Un talento del que se están beneficiando muchos pacientes de cáncer.
Es el caso de Tania, de 51 años. Hace un año le encontraron un bulto que se movía en la clavícula. Resultó ser cáncer difuso, ya que no se conocía el origen del tumor maligno. La quimioterapia tradicional no le funcionó, así que la derivaron a un ensayo clínico. "No es que hayan ensayado con ratones y luego vayan contigo. Aunque te sientes un poco como una cobaya, esto ya está trabajado y experimentado. No lo vi como una última carta", cuenta Tania.
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Los ensayos también tienen un coste personal a la hora de realizar el seguimiento del plan. Tania es del Puerto de Santa María, Cádiz, y cada quince días se moviliza hasta Madrid para acudir a la Fundación Jiménez Díaz. "Es un desgaste emocional y físico. Aunque los costes los paga la organización, tienes que poder adelantar el dinero. A nivel logístico, te tienen que poder acompañar. No es fácil", cuenta Tania, que asegura también que, a pesar de suponer un desgaste, le compensa con creces.
Sara, otra paciente de cáncer, en su caso con metástasis desde 2012, le ha ganado terreno a la enfermedad y la mantiene "a raya" precisamente porque ha participado en varios ensayos. Sí es el caso de una paciente que ha encadenado varios ensayos. Además, en uno de ellos recibió el placebo, que es el gran temor de los pacientes que participan en los ensayos. "Me hundí un poco, porque pensé que si hubiera recibido la medicación no se hubiera producido la metástasis. Pero luego cambié el chip y aunque me hubiera tocado la medicación, podría haberse producido igualmente, porque no es seguro al 100%", ha explicado Sara.
Sin embargo, ella explica el factor positivo innegable que proporciona participar en el ensayo. "Nunca estamos sin medicación. Tienen protocolos muy rígidos. Yo tuve mala suerte porque me tocó mi medicación más el placebo, pero siempre recibí mi medicación correspondiente", ha asegurado.
Ángel, paciente con cáncer de riñón y metástasis, es consciente de que esta es su mejor baza. "Es una oportunidad muy grande. Tengo acceso a un tratamiento que puede salvarme la vida. Se me ha reducido el tumor en el riñón y los nódulos de los pulmones. Ha sido una oportunidad grandísima", ha contado el paciente.
Y los motivos para participar en un ensayo clínico no tienen que partir de una ambición únicamente de mejora de salud, sino también de altruismo para con la ciencia y otros pacientes futuros que se puedan beneficiar de los conocimientos adquiridos. "No es solo una acción terapéutica. También es un acto de generosidad y compromiso, una forma de colaborar con la ciencia que me hace sentir bien", afirma Sara.
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