
Cannes 2025 | Los Dardenne no fallan con 'Jeunes mères', un retrato político y luminoso de la maternidad en los márgenes
Cannes
No fallan. Los Dardenne aciertan y salen airosos de cada película que vienen a presentar en Cannes, donde han ganado dos Palmas de Oro, por Rosetta y El hijo. Renovadores del cine social europeo, han dado una nueva dignidad a las comunidades más desfavorecidas de la Europa actual. En Jeune mères, que llega a cines este mismo viernes, se fijan en las madres menores de edad sin recursos y que reciben ayuda y alojamiento en una casa de acogida para ellas que el gobierno belga financia. Los dos directores empezaron hace cuatro años a trabajar en una historia ubicada en ese espacio de cooperación y cuidados y acabaron eligiendo un retrato coral de cuatro chicas que se enfrentan a la maternidad desde distintos lugares, pero todas en común la precariedad de sus vidas y la inestabilidad familiar.
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Cannes, entre autores consagrados, estrellas y un relevo generacional
Mucho más luminosa que sus películas anteriores, los Dardenne evitan posicionamientos morales y explican, en cada caso, por qué fallaron los métodos anticonceptivos y el aborto. Dos fallos del sistema, el que tiene que ver con la educación sexual en una sociedad que sigue siendo mojigata y beata, y el de la protección del derecho a decidir de las mujeres, que aquí, al ser menores, está fuera de su alcance, ni siquiera para tenerlo en cuenta en algunos de los casos. Sin embargo, dicen los Dardenne en esta película, aunque el sistema falle y convierta a las mujeres jóvenes en víctimas de una sociedad desigual, todavía hay lugares y redes de apoyo, como estas casas de acogida que no solo ayudan a aprender a cuidar y responsabilizarse de los bebés a cada joven; sino que también les enseñan que solo cooperando y desde lo colectivo puede salirse adelante.
El guion, que escribieron tras el trabajo conjunto con trabajadoras sociales, madres en esa situación y psicólogas, rezuma verdad, como en todas sus películas, apoyado en un casting que vuelve a dar en el clavo. Actrices jóvenes que apenas habían trabajado. Rostros normales y corrientes de jóvenes que muestran en sus interpretaciones toda la naturalidad y la energía posible.
A lo largo de las historias que cruzan con habilidad, conocemos los diferentes desencadenantes para que estas chicas hayan acabado en esa situación. Una de ellas fue abandonada por su madre joven al nacer. Jessica está embarazada y quiere tenerlo solo para demostrarle a esa madre, a la que se obsesiona por conocer, que puede hacerlo. Perla es una joven racializada, que sufrió violencia de su madre y su padre, quiere ser madre para formar una familia feliz, no como la que ella tuvo, pero su pareja la engaña. Julia quiere ser madre, su pareja le apoya, pero la adicción no le deja seguir adelante. Por último, está Ariane que tiene claro que quiere romper el círculo, salir de esa pobreza y no repetir los errores que su madre cometió. Por eso decide dar al niño en adopción.
Lejos de romantizar o demonizar cada una de las situaciones, los directores se centran en mostrar que la maternidad es política, que el sistema capitalista no tiene ascensor social y que, generación tras generación, se repiten una serie de hechos, no por un motivo psicológico o voluntarista; sino por una marginalidad provocada por el propio sistema. De ahí, que la cámara al hombre, emblema del cine de los directores, sirva para acompañar a estas chicas en su día a día, donde van resolviendo algunos de los problemas vitales: la vivienda, el trabajo, la dependencia emocional, las drogas y el alcohol.
Es cierto que los Dardenne repiten la fórmula, pero lo hacen de maravilla. Mantienen la tensión, el drama, la emoción y ofrecen un retrato que se aleja del estereotipo de madre choni que hemos visto en otras ficciones. No hay demonización de las madres de clase obrera. Hay luz y un camino, el de ayudarse y apoyarse en los pocos medios que las sociedades occidentales ofrecen a sus ciudadanos. La ficción, en este caso, sirve para mostrar que sí se puede, que hay posibilidades de cambiar las cosas y que la desigualdad no debe ser algo inamovible.
'Resurrection', la magnificencia del cine
En un festival donde se ha hablado, y mucho, de cine, de su futuro, de cómo preservarlo y también de cómo puede servirnos en un mundo dominado por la mentira, el individualismo y la maldad, el broche final no podía ser más idóneo. Hablamos de Resurrection la película del director chino Bi Gan, montada en in extremis y que ha llegado de milagro para competir con la Palma de Oro.
Desde que fue convertido en la gran esperanza del cine experimental en 2018, cuando presentó en Un certain regard su película Largo viaje hacia la noche, donde usaba el plano secuencia y el 3D de una manera inusual y envolvente, el director estaba llamado a participar en la competición. Resurrection es mucho menos críptica que su anterior película, pero mantiene la misma propuesta avasalladora, donde hay mil referencias, tonalidades, propuestas sensoriales. En ella nos cuenta el cine. Quizá suene ambicioso, grandilocuente, y lo es; pero también es una fantástica propuesta que lleva al espectador por un viaje extraordinario, lleno de elegantes movimientos de cámara, de planos secuencia imposibles y con sentido -algo que cada vez cuesta más encontrar en el cine actual- y por metáforas visuales, donde lo de menos es darle sentido.

Fotograma de Resurrection / CEDIDA

Fotograma de Resurrection / CEDIDA
No importa que no sepamos mucho de ese viaje, que nos perdamos en las cinco partes en las que se estructura la película, lo importante es que las vivamos, las sintamos. En ellas asistimos a un repaso por la historia del cine, desde la época muda, con esa bonita referencia a El regador regado, hasta la actualidad, pasando por el expresionismo alemán, por el auge del melodrama, por el cine chino, por los espejos de La dama de Shanghái, por Drácula y el cine de vampiros, por los moteros de Easy Rider, etc, etc.
La protagonista es la actriz Shu Qi, protagonista de El asesino de Hou Hsiao-hsien y el actor chino Jackson Yee. Ellos son los encargados de sumergirnos en ese viaje al interior de todo, al origen del cine. La música, siempre un elemento esencial en el mundo de Bi Gan, la firma esta vez el grupo electrónico francés M83.
La estética onírica de su obra cobra aquí todo el sentido, pues la película no es más que una apología de los sueños, como manera de acceder a la verdad absoluta, a la vida, a lo único. Los sueños y el cine, porque Resurrection es una defensa del cine en colectivo, de contarnos historias, pero también de verlas juntos en la pantalla grande. En tiempos de monstruos, los fantasmas del cine son quienes nos ayudarán a superar este mundo apocalíptico que vivimos. Bi Gan compite, no solo por llevarse el premio gordo, con el iraní Jafar Panahi, con las dos películas más contundentes de la competición oficial. También compite con el iraní en poseer el mejor final de una película de este festival.
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