Obras de misericordia
A veces, las causas nobles encubren los prejuicios más primitivos

Ignacio Martínez de Pisón: "Obras de misericordia"
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Madrid
Que el mundo fue y será una porquería lo saben hasta los que no son aficionados al tango. Entre las obras de misericordia que aprendimos en la infancia estaba enseñar al que no sabe. Ahora hay quien llama a eso mansplaining, y delante de algunas personas tenemos que fingir que somos más tontos y más incultos de lo que realmente somos, para que no crean que somos de esos que, como Arturo Fernández, llaman chatinas a las mujeres.
A veces, las causas nobles encubren los prejuicios más primitivos. Quienes crecimos leyendo los libros de Astérix creíamos que transmitían un mensaje de resistencia frente a la colonización y el imperialismo: a favor del progreso, por tanto.
En realidad, los libros de Astérix son cualquier cosa menos progresistas. Los irreductibles galos de la pequeña aldea simbolizan la defensa de los atavismos tribales frente al Derecho; de la barbarie, frente a la civilización; del aislamiento y la intolerancia, frente a la apertura y el intercambio. Y en definitiva de la xenofobia: del "nosotros" frente a los de fuera.
Que en todos esos libros se acabe prohibiendo cantar al bardo del poblado tampoco debería extrañarnos: lo que más detestan los retrógrados es la creatividad, la cultura, el arte… que es precisamente lo que representa el bueno de Asurancetúrix.
“¡No cantarás, no cantarás!”, le gritan sus paisanos, censores orgullosos, mientras lo atan a un árbol y lo amordazan. Pero, como dejó claro Mercedes Sosa, si se calla el cantor, calla la vida, porque la vida, la vida misma, es todo un canto.




