Belén Funes: "Tengo una lista de intérpretes que inspiran las películas que quiero hacer"

Madrid

Belén Funes (Ripollet, 1984) es la directora que surgió de su vertiente como espectadora. Una cinéfila a la que le gustan las películas en las que el espectador completa e interviene activamente en las historias que le cuentan. "Entiendo -explica Funes- el cine como una entente entre la historia y el espectador, donde este no es un ente pasivo. Ese es el cine que me gusta. No siempre me he visto como cineasta, pero sí como una gran cinéfila".

Una directora que muy pronto ha conocido y vivido lo que muchos otros u otras tardan en conquistar o no conocen nunca: el reconocimiento casi inmediato del público y la crítica. "Asusta un poco, mi madre está preocupada -dice bromeando-, es verdad que todo me ha ido muy bien desde muy pronto, también eso me hace sentir cierta fragilidad", asegura luego más en serio. Le ocurrió con sus dos cortometrajes, Sara a la fuga (realizado en la productora de Isabel Coixet) y La inútil, y supo repetirlo con su ópera prima: La hija de un ladrón, en la que unió en el cine a Eduard Fernández y Greta Fernández, padre e hija en la vida real y también entonces en la ficción, para hablarnos de uno de los temas que centran el ADN de Funes como realizadora: el conflicto y la crisis en un entorno como el familiar.

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Ese conflicto emocional también está presente en su nueva cinta: Los Tortuga, premiada en el pasado Festival de Málaga y cuyo título hace mención a las personas que abandonaron las escasas posibilidades de trabajo, con sus pertenencias a cuestas (como las tortugas) desde algunos pueblos de Andalucía para asentarse en Cataluña y buscar una vida mejor. "Jaén, que sale en la película, en ese viaje de ida y vuelta de las protagonista, forma parte de mi territorio emocional y era raro que yo no hubiera hecho una película como esta", comenta Funes.

La dupla, en su nueva película, ahora la conforman una madre, la actriz chilena Antonia Zegers y la desconocida Elvira Lara, una chica salida de un macro casting en las calles de Barcelona, que jamás había actuado y que superó todas las pruebas para convertirse en la hija de la cinta.

De Antonia Zegers, cuenta Belén Funes que desde el principio "fue parte fundamental de la película. Hice literalmente esta película pensando en ella. Yo la conocía de otras películas y quería trabajar con ella. Afortunadamente me dijo que sí enseguida". Sobre esta idea aclara Belén: "Yo tengo una lista de intérpretes con los que quiero trabajar, son los que inspiran las películas que quiero hacer y las quiero hacer con ellas"

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Y de Elvira Lara, Anabel o Fideo en la cinta, asegura Funes que "fue algo muy mágico. hicimos un casting de muchos meses y muchas chicas buscando en las calles de Barcelona. Ella, Elvira, no estaba en esa prueba. Un día la directora de casting de la película se va a un centro comercial, se encuentra con un grupo de chicos y chicas y pensó que ella era exactamente lo que buscábamos. Me llamó por la noche y me dijo que había visto a una chica que me iba a gustar y que la convocó al día siguiente para una prueba presencial. Y era ella"

Y en medio de esa relación maternofilial la de la ausencia, la de Julián, el marido y padre fallecido. Un personaje silencioso que justifica cada acto de ambas y que muestra hasta qué punto esta sociedad se mueve con enorme dificultad a la hora de gestionar la pérdida. El luto. Una gestión difícil a la que no le ayuda el clima y la atmósfera que Funes diseña para sus personajes (siempre dignos) en una gran ciudad como Barcelona, que como tantas, alberga zonas hostiles marcadas por la precariedad, la amenaza de los desahucios y el desencanto ante la acumulación de trabas para salir adelante.

Las tortugas, cargan con todo acuestas y avanzan lento, pero sobreviven o así lo desean. Y "Los Tortuga, también", palabra de Funes.