Hacer turismo
Hoy, los aviones se parecen a los autocares con fardos y cestos de huevos de los viejos pueblos

Barcelona
Los turistas son como la santa compaña. Se desplazan en grupo y solo se les aparecen a los pobres. A los ricos, no se les aparecen los muertos. Esto es así, porque los ricos son los que resucitan, y los demás nos quedamos para verlo. Antiguamente, los turistas llevaban prismáticos porque venían de lejos. Ahora, nada queda lejos. Por eso nos vamos de vacaciones, por el anhelo de conseguirlo, con la ilusión de encontrar algún lugar donde no estemos nosotros. Siempre falla. Allá donde vayamos, seremos turistas igual que los que vienen. Me acuerdo de cuando nos quedábamos los veranos en el barrio, toda la familia. Había un rigor intelectual que hoy se ha perdido. Una cosa era hacer vacaciones, y otra hacer el turista. El primer avión de mi vida, lo cogí con 21 años. Yo era más de trenes. Adoraba la palabra ferrocarril, porque sonaba a película del Oeste. Decía ferrocarril y veía una estación de RENFE abandonada en un pueblo del sur al que habían dejado sin tren por orden del Gobierno. Así, nos metieron en los aviones. Entonces, yo leía poesías de Agustín García Calvo y llevaba en un macuto un libro suyo de versos, muy fino, que se titulaba del tren, escrito todo en minúsculas. Como yo no llevaba un gran tren de vida, soñaba con hacer mi vida en un gran tren. Los aviones eran otro sueño. Estaban por las nubes lo mismo que todos los sueños. Nadie ha pronunciado jamás la expresión llevar un avión de vida. Lo normal es llevar un tren de vida. Ya no es así. Ahora, los aviones son lo normal. Pero van petados y con retrasos. Atiborrados de turistas como nosotros. Hoy, los aviones se parecen a los autocares con fardos y cestos de huevos de los viejos pueblos. Y lo mismo hacemos con las ciudades a donde vamos. Las arrasamos. Hemos dejado de hacer vacaciones, para hacer turismo.




