El Gran Wyoming: "Me odia el 50% de este país; voy por la calle y me llaman 'hijo de puta'"
El presentador de ‘El Intermedio’ se despacha a gusto sobre política, humor, censura, redes sociales y la vida sin filtros en una conversación sin anestesia con James Rhodes
El Gran Wyoming y las normas
Madrid
José Miguel Monzón Navarro, más conocido como El Gran Wyoming, nació en Madrid en 1955. Médico de formación, músico por vocación y cómico por necesidad —“tengo verborrea, no puedo parar de hablar”—, lleva décadas haciendo de la irreverencia su seña de identidad. En el nuevo episodio de En clave de Rhodes, se sienta con James Rhodes para hablar de un tema que le atraviesa: las normas. Las que rompió, las que le impusieron y las que, a estas alturas, ya no piensa respetar.
A lo largo de la entrevista, Wyoming repasa su infancia en el barrio madrileño de Prosperidad, su paso por la medicina, su amor por la música y su evolución como figura pública. Pero también lanza dardos afilados contra la autocensura, la polarización política y el deterioro del periodismo. “España está dividida en dos al 50%. Los que quieren que vuelva lo de antes, y los que queremos una sociedad abierta, libre y moderna”, afirma con contundencia. “Y yo voy por la calle y me llaman hijo de puta. Me odia el 50% de este país”.
Las normas, el humor y la libertad
El episodio gira en torno a las normas: las que nos imponen desde pequeños, las que elegimos romper y las que nos ayudan a convivir. Wyoming, con su ya mítico estilo provocador, defiende el humor como herramienta de resistencia. “Las palabras no hieren. Eso es un problema personal del que las recibe. Son solo palabras. Y se acabó”, dice, citando a Frank Zappa. Y añade: “Nunca como ahora ha habido tanta autocensura. Antes actuabas para 80 personas y eras libre. Ahora te graban, lo cuelgan en redes y se convierte en una declaración de principios”.
También denuncia la presión judicial y mediática que, según él, busca silenciar voces incómodas: “Hay una connivencia entre un sector de la sociedad y un sector de la judicatura. Te llevan ante un juez para que te calles. Yo he estado delante de un juez por cosas que ni siquiera había dicho yo”.
Una vida sin filtros
Wyoming se muestra vulnerable, divertido y profundamente humano. Habla de su abuela como su mayor referente moral: “Era una mujer del siglo XX. Me educó en la bondad y la honradez. Y eso no se valora. Se valora el talento, el éxito, pero la bondad no. Y es lo único que cuenta cuando tienes a alguien cerca”.
También reflexiona sobre el amor, la fama y la exposición pública. “Yo no puedo comerme un centollo solo. Necesito un testigo de mi felicidad”, confiesa. Y sobre la fama, no se engaña: “Sé perfectamente en qué consiste. Mañana se acaba el programa y a los tres días nadie me va a conocer”.
Sobre su ideología, es tajante: “Yo nunca he cambiado. Hay gente que cree que tus ideas deben ir en consonancia con tu cuenta corriente. Entonces yo tendría que ser ultra fascista. Pero no. A mí me ha tocado la lotería y ese día no me cambió el cerebro. Yo ya lo tenía muy volado”.
Música, resistencia y sentido del humor
La música, dice, le ha salvado la cabeza. “He soñado que me metían en la cárcel y estaba feliz con una guitarra. La música te da la vida resuelta a nivel cerebral”. Y aunque se define como “el que mejor hace las cosas mal”, su respeto por el arte es absoluto. “En España no hay cultura musical. Nadie sabe leer música. Nadie sabe armonía”.
Sobre el humor español, lanza otra de sus sentencias: “El español no tiene sentido del humor. Tú haces una broma sobre alguien en el teatro y se todo el mundo, menos el interpelado. En cuanto alguien se ve reflejado en la broma, se caga en tus muelas”.