El pintor más famoso del siglo XIX al que casi nadie recuerda
Ni Van Gogh, ni Cézanne ni Manet: los ricos se peleaban por sus cuadros

Cuando pensamos en los grandes nombres de la pintura del siglo XIX, nos vienen a la cabeza Van Gogh, Cézanne, Manet o Goya. Pero, sorprendentemente, el artista más famoso, cotizado y aclamado de su tiempo fue William-Adolphe Bouguereau. Hoy, sin embargo, su nombre apenas resuena fuera de los círculos especializados.
"El mismísimo Monet decía que este hombre era el más importante de todos", ha explicado Pablo Ortiz de Zárate en su sección El Artesano del programa Hoy por Hoy con Àngels Barceló. El artista fue el gran representante del arte académico. Su técnica era impecable, su estilo clásico, y su temática favorita eran escenas mitológicas con mujeres desnudas. "Pintaba lo que estaba de moda: su especialidad eran las ninfas y diosas desnudas, y los ricos se peleaban por sus cuadros".
Erotismo disfrazado de mitología
Lo que hoy puede parecernos provocador o incluso censurable, en su época era arte oficial. "Pinta erotismo onanista, casi pornográfico… parecen sacados de la revista Playboy", afirma Ortiz de Zárate. Pero en el siglo XIX, el recurso a la mitología clásica servía como tapadera perfecta para pintar escenas eróticas, ya que no eran mujeres reales, sino diosas, ninfas y musas.
Sin embargo, con el avance del siglo XX y a medida que las mujeres fueron ganando presencia y voz en la esfera pública, el interés por este tipo de obras fue decayendo. Estas pinturas, aunque técnicamente deslumbrantes, mostraban una visión del arte profundamente cuestionable: convertían el cuerpo femenino en objeto decorativo y "representaban todo lo peor del arte; imponen un canon de belleza tiránico y cosifican el cuerpo femenino".
El escándalo de las ninfas que se rebelan
Aunque la mayoría de sus cuadros fueron celebrados, hubo uno que desató una tormenta: Ninfas y Sátiro (1873). A primera vista, parece otra escena mitológica más. Pero en este caso, las ninfas no son pasivas, sino que han sorprendido a un sátiro espiándolas y lo arrastran al agua. "No están en actitud agresiva, sonríen, juegan… pero ya no son obedientes; y eso no gustó nada" comenta el colaborador.
La escena, aunque juguetona, invierte los roles tradicionales. "El símbolo de la masculinidad está siendo burlado. Eso de que una chica se ría de un machote y te tire al agua ya no hace tanta gracia" explica Pablo.
De escándalo artístico a revolución social
El verdadero escándalo no fue solo artístico, sino social. El cuadro fue adquirido por un empresario neoyorquino de dudosa reputación y colgado en el bar del Hoffmann House Hotel. Lo que empezó como una provocación masculina acabó atrayendo a multitudes de mujeres.
"Era un bar de hombres, pero las mujeres empezaron a ir en masa a ver el cuadro. Al final, el dueño tuvo que instaurar un día oficial para visitas femeninas", cuenta Ortiz de Zárate. ¿La razón? Por primera vez, "veían una escena en el que ellas no eran el objeto sexual, sino que tenían el poder sobre el macho".
Este fenómeno coincidió con el auge del barrio conocido como 'Ladies Mile' en Manhattan, donde las mujeres empezaban a ocupar el espacio público. "El cuadro ayudó a consolidar ese cambio. Mujeres que salían solas se paraban a ver una imagen donde ellas toman el control".
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El pintor más famoso del siglo XIX al que casi nadie recuerda
A pesar de su maestría técnica, su visión del cuerpo femenino, su dulzura idealizada y su erotismo encubierto lo han relegado al olvido.




