Pamela Anderson: "No quiero ser la que era con 20 años. Quiero tener la edad que tengo, experimentar y avanzar siendo yo misma"

San Sebastián

Pamela Anderson fue el cuerpo y el rostro más sexualizado de la televisión. Se convirtió en estrella y en icono gracias a su participación en la serie Los vigilantes de la playa (1989-2001) que incidía en la sublimación del cuerpo femenino. Una industria que la utilizó y un novio que se aprovechó de ella en una relación tóxica hicieron que la actriz se retirara por un tiempo. "A veces me he sentido que estaba interpretando a un personaje. Quizá porque empecé demasiado joven, o quizá ocurrió por distintas razones. No quería convertirme en un personaje de dibujos animados, porque con los medios de comunicación sentía que me habían convertido en un monstruo. Ahí pensé en retirarme. Ahora estoy aquí, pero veremos qué es lo próximo", decía en una entrevista en la SER.

Mucho más madura, con los signos propios de que el tiempo ha pasado, con una nueva imagen, sin maquillaje, con gafas y mucho más recatada en la forma de vestir, Pamela Anderson ha vuelto al cine. Pero no a cualquier cine, al indie americano. Nada parece quedar de aquella bomba sexual, rubia y exuberante que adornaba vestuarios, cuartos adolescentes y las cabinas de los camiones.

“Quiero que me vean así. Sin maquillaje me parezco más a lo que soy. Es un gesto íntimo, el poder ir por el mundo con la cara desnuda, con el corazón abierto y aguantar los golpes. Tengo muchas mujeres jóvenes en mi familia, la novia de mi hijo, mis sobrinas y creo que viven en un mundo con las redes sociales que es muy complicado. Me pregunto muchas veces si saben realmente cómo mirarse en el espejo. A veces siento que se miran en Instagram y pueden sentir desilusión o algún tipo de dismorfia. Por eso creo que es importante y liberador ir sin maquillaje, Yo no quiero ser la que era con veinte años. Quiero tener la edad que tengo, experimentar y avanzar cada día siendo yo misma”.

En ella no hay reproche, solo una voz dulce y agradecida a quienes siguen viendo el potencial como artista que hay detrás. "Me he perdido algunas décadas", reconocía a su llegada a San Sebastián, festival donde presentó The Last Showgirl, nueva película de Gia Coppola, nieta del director de El Padrino y sobrina de Sofía Coppola. En la película, la actriz interpreta a una bailarina de Striptease en horas bajas. Tiene una hija con la que apenas mantiene relación y su único núcleo son sus amigas y compañeras. Una bailarina de 50 años que tiene que pensar qué hacer cuando la echan del trabajo. En cierta manera, ese reciclaje lo ha vivido la propia Anderson. "Lo del renacimiento es como un halago. Pero siento que ha habido momentos en los que no sabía si iba a pasar algo bueno. Y no soy una persona ambiciosa, pero quiero desarrollar mi potencial, también me gusta desafiarme a mí misma, sentirme viva, sentirme bien. Esto demuestra el dicho de que nunca es demasiado tarde", dice sobre este papel que habla también de la sororidad femenina, con ese personaje de Jamie Lee Curtis en el que se apoya.

Sin embargo, Pamela Anderson también recuerda que algunas mujeres fueron muy duras con ella. "Reconozco que algunos de los momentos más crueles que he vivido me los han hecho pasar las mujeres, las mujeres periodistas por ejemplo han sido muy duras conmigo muchas veces”, reconoce la actriz. "Hay un cambio generacional", explica. Tiene que ver con la generación a la que pertenece la directora, donde las mujeres han aprendido a ayudarse y apoyarse dentro del patriarcado, pero eso no siempre fue así. Por eso ha sido fácil entender al personaje. "Yo también crecí en un hogar frío. Sentí que nuestras infancias probablemente fueron muy similares. Así que también la apoyé. Y creo que eso ha sido lo mejor de explorar este personaje".

La película indaga también en la complejidad de las relaciones madre e hija y muestra lo complicado de ser madre soltera y trabajadora. La actriz también es madre y dice que en su hijo ha encontrado un gran apoyo. “Mi hijo me solía decir que estaba harto de que la gente no supiera realmente cómo era yo, que tuvieran una imagen errónea de mí. No he tenido publicista, estaba yo en mi casa, cuidando del jardín, haciendo pepinillos, así que cuando surgió esta oportunidad, acepté. Escribí un libro de memorias, participé en un documental, hice una obra en Broadway y Gia me llamó".

En todo ese tiempo, no solo hizo pepinillos, como dice, también se dedicó a ver cine. "Veo todo, Fellini, Godard, me encantan Gena Rowlands y Casavettes y Pedro Almodóvar. Son directores muy diferentes, pero me encanta devorar toda su obra. Siempre se ha asociado a mi la imagen de tonta, pero yo siempre he tenido curiosidad por aprender y saber muchas cosas".

Hasta llegar hasta aquí ha pasado momentos muy duros. Por ejemplo, recordaba en la entrevista una tortuosa visita al Festival de Cannes para presentar Barb Wire, una película que bebía del estilo de Barbarella y que fue el comienzo del fin de su carrera, casi tan duro como las cintas robadas con su ex pareja, Tommy Lee. “Me acuerdo que en ese momento estaba rodando 'Los vigilantes de la playa', estaba mudándome de casa, me acababa de casar con Tommy, estaba embarazada. Fue un momento muy loco. Fuimos a Cannes con esa película. Fue un caos el rodaje, el director cambió el guion. Terminé sufriendo un aborto espontáneo, se acabó mi matrimonio. Estaba muy descentrada en ese momento", concluye.