"Lo compré a precio de chatarra": así es como España se hizo con uno de los cañones más exclusivos del mundo
La historia de cómo llegó esta pieza al museo es casi tan fascinante como el propio cañón
"Lo compré a precio de chatarra": así es como España se hizo con uno de los cañones más exclusivos del mundo
La pequeña localidad aragonesa de Fayón se ha convertido en un punto de referencia para los amantes de la historia y la memoria. Situada en la confluencia de los ríos Ebro y Matarraña, y marcada por su papel en la Batalla del Ebro durante la Guerra Civil Española, Fayón ha sabido convertir su pasado en un motor de atracción cultural y turística.
El programa Ser Aventureros de la SER ha vuelto recientemente a este enclave histórico, acompañado por oyentes que han querido conocer de primera mano los escenarios de uno de los episodios más duros del conflicto. En su visita, entrevistaron a Aitor, guía del museo local, quien ha sido clave en la transformación del espacio museístico.
En los últimos años, el número de visitantes al museo local ha crecido notablemente y gran parte de este éxito se debe a la labor de Aitor, guía del museo y apasionado de la arqueología y la historia militar.
"Antes, el museo era más una exposición de objetos que un centro de interpretación", explica Aitor. "Había muchas piezas, sí, pero se comentaba poco. La gente salía diciendo 'muy bonito, muchas cosas', pero sin entender realmente lo que habían visto".
Desde su llegada, Aitor ha transformado la experiencia del visitante. Ahora, cada objeto cuenta una historia, cada vitrina se convierte en una lección viva. "Es como un complemento", añade, "cuando vas al museo, te van explicando la parte histórica de cada objeto, la gente sale el doble de informada".
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Entre las joyas del museo destaca una pieza única: un cañón alemán Flak 88, una auténtica bestia de la ingeniería bélica. "De estos hay solo seis en todo el mundo", afirma Aitor con orgullo. "Y uno está aquí, en Fayón".
La historia de cómo llegó esta pieza al museo es casi tan fascinante como el propio cañón. "Un militar, ya fallecido, se encaprichó de él. Como quien se compra un tanque de desguace para ponerlo en el jardín", relata entre risas. "Lo tuvo allí durante años, hasta que sus herederos decidieron vender la finca. La constructora que la compró tenía que limpiar todo, y el chatarrero me avisó: 'Mira, en tal sitio tenemos estos objetos y tenemos que trocearlos, tú que siempre vas buscando trastos, date una vuelta para ver si hay algo que te interesa'" ha comentado Aitor.
"Fui allí sin mayor interés, pensando que habría trastos y poco más", recuerda Aitor. "Pero cuando lo vi, dije: '¡Oye, si esto parece un Flak alemán!, ¡Me lo quedo!' Lo compré a peso de chatarra, aunque estaba hecho una porquería.
La restauración fue una auténtica odisea, ha explicado Aitor: "Nos tiramos ocho años restaurándolo, ahora se ve bonito y bien, pero fue un trabajo de años". Aitor confiesa que no sabía en ese momento lo valiosa que era la pieza: “Después me enteré de que no hay tantos, solo cinco o seis contando con el de Fayón", concluye.