José Luis Moro: "Un pingüino en mi ascensor era muy pijo para los indie y demasiado indie para los pijos"
El líder de uno de los grupos más escuchados a mitad de los ochenta repasa su trayectoria como músico y publicitario

En 1987, el teclado de Un pingüino en mi ascensor, con José Luis Moro al frente, era invitado obligado en discotecas, verbenas y habitual en las radios musicales de todo el país. Eran las letras surrealistas y desenfadadas que apelaban a divertirnos y olvidarnos de algunas cosas que en España ya no eran tan divertidas...
"El éxito de un grupo como Un pingüino, y no solo el de ellos, sino el de otros como Los refrescos o Inhumanos, tiene -en opinión del crítico musical y colaborador de Hoy por Hoy, Fernando Neira- una explicación más sociológica que musical", porque la situación en España ya no era la que había salido de la Transición "y necesitábamos oxigenarnos, por eso surgen grupos hedonistas y escapistas de esa realidad".
Moro estudió la carrera de Derecho, pero no era lo suyo, ni le gustaba. Además, por aquel entonces el éxito de Un pingüino en mi ascensor le acabó de alejar de las togas y los artículos del Código penal. A partir de entonces, la ley sería letras divertidas y surrealistas que se escuchaban y repetían en todos los sitios.
"Recuerdo -rememora con humor el músico y publicista- que mi padre accedió a comprarme un teclado solo porque vio que la música no era más que un hobby para mí. Poco después estaba grabando un disco". Un anecdotario, el familiar, que no termina ahí. "Yo soy el mayor de siete hermanos y mi padre hay un momento que me anuncia que me tengo que ir de casa porque era un ejemplo nefasto para mis hermanos, que pensaban que la vida era como yo la vivía".
Pero aquel éxito fue mitigándose. "Éramos demasiado pijos para los indie y demasiado indie para los pijos", explica, y aunque muchos pudieran pensar que a Un pingüino se lo tragó la tierra, lo cierto es que, como dice su líder, en los años 90, la gente empezó a no seguirlos tanto. Sin embargo, Moro tenía un plan B y la publicidad iba a ser la nave nodriza desde la que seguir explotando el manual de creatividad que lleva dentro. "Entonces, ya en publicidad, mantuve lo de Pingüino, las marcas valen mucho y hay que cuidarlas".
"Lo que más me gusta es divertirme, algo que he podido hacer con la música y también con la publicidad, y sobre todo, me considero un contador de cosas", asegura Moro. También concluye que "hoy la publicidad solo puede hablar de las cosas buenas porque ya se ha contado toda la maldad".
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José Luis Moro: "Todo empezó cambiando las letras a las canciones de misa"
Señala que la publicidad ha cambiado mucho en los últimos años: "Yo siempre digo que las marcas hoy han empezado a hacer el bien porque ya no pueden hacer el mal". Por lo demás, aunque nunca ha sido una ciencia exacta, siempre ha estado la intuición. "Porque hay cosas que las ves y si las sientes, sabes que van a funcionar", ya sea un anuncio sobre telefonía móvil jugando con el nombre de la localidad de Tarifa u otro de coches, llevando a Georgie Dann a Finlandia...

Sergio Castro Salillas
Redactor y guionista en la SER desde 1996. Estuvo en La Ventana, A Vivir y ahora es redactor de Hoy...




