Raúl Arévalo: "Esta es una profesión de largo recorrido y hay que tener actitud, aptitud y mucha suerte"

Raúl Arévalo se ha sentado con Àngels Barceló y Luis Alegre para compartir recuerdos, emociones y anécdotas que han marcado su vida personal y profesional con motivo de la sección Amigos Alegres.

Desde el inicio, dejó claro que su vocación como cineasta nació incluso antes que su carrera como actor: "Yo siempre he querido dirigir, casi antes que actuar". Reconoce que lo de actuar se lo ha tomado "como un aprendizaje para la dirección".

Ese aprendizaje lo fue adquiriendo en los rodajes y trabajando con grandes nombres del cine español: "He tenido la suerte de trabajar con tantos directores y tanta gente maravillosa de esta profesión en España, que fue un poco como mi escuela".

De Móstoles a los Goya

Raúl creció en Móstoles, en el bar de su padre, donde empezó a trabajar con solo 14 años: "Ahora eso es ilegal, pero por aquel entonces me crie entre tertulias; era como un 'Hoy por Hoy' de barrio", bromea.

Ese ambiente de barra, de conversaciones reales y personajes cotidianos, lo trasladó años después a su debut como director en Tarde para la ira, una película que, según confesó, está llena de sus vivencias.

Pero antes de dirigir, Arévalo ya había dejado huella como actor. En 2010, ganó el Goya a Mejor Actor de Reparto por Gordos, de Daniel Sánchez Arévalo. Competía con nombres como Carlos Bardem, Antonio Resines y Ricardo Darín. "No me lo esperaba. Antonio Resines estaba sentado a mi lado y cuando vio que entregaba el premio Penélope Cruz, dijo: 'A tomar por culo, se lo dan a Bardem'. Y luego, cuando me lo dieron a mí, se alegró muchísimo".

En su discurso de agradecimiento, citó a Maribel Verdú como su 'hada madrina', ya que "durante toda aquella época de mi vida, Maribel fue como una hermana mayor, una consejera" El actor explica que la actriz "fue clave para que José Luis Cuerda me escogiera para Los girasoles ciegos, una película que marcó mucho mi carrera".

Raúl también compartió recuerdos de infancia, como los veranos en Benidorm, donde sus padres, camarero y camarera de hotel, se conocieron. "Íbamos en el Ford Fiesta con cintas de Rocío Jurado, Raphael, Los Panchos…".

El actor reconoce que su amor por el cine nació en casa, con la videocámara de su padre y muchas películas de videoclub. No fue un niño especialmente extrovertido ni soñaba con los escenarios. "Era más soso y más aburrido, nunca hice teatro de pequeño, simplemente empecé con cortos caseros con la cámara de vídeo".

Su decisión de estudiar interpretación llegó en COU y gracias a una peluquería del barrio, donde coincidía con gente del cine, acabó recibiendo su primer consejo profesional: "Le pedí al peluquero que preguntara a Moncho Armendáriz por una escuela para estudiar. Y así empezó todo".

IKEA, bodas y versos entre muebles

Antes de consolidarse como actor, Arévalo trabajó en IKEA, primero en el almacén y luego como animador: "En la Semana del Amor recitaba versos de Romeo y Julieta entre las camas; fue surrealista", reconoce el actor.

También trabajó montando carpas y mesas en bodas, incluida una muy especial: "Una de las más largas fue la de Carolina Herrera y el Litri. Estuve 48 horas montando y desmontando mientras fregaba platos, escuchaba a los Morancos cantar; fue muy cinematográfico", reconoce.

Raúl reconoce que ha tenido suerte, pero también constancia:"Después de Compañeros pensé que ya iba a trabajar siempre como actor. Me independicé, me gasté la pasta y tuve que volver a trabajar de otras cosas durante cinco años". El actor reconoce que "esta es una profesión de largo recorrido y hay que tener actitud, aptitud y mucha suerte; y yo la he tenido", concluye.