"Solo querían tiempo": la reflexión desgarradora de Paloma del Río sobre lo que vio trabajando en una UVI

El juego ha formado parte de la vida de la periodista Paloma del Río desde siempre. Cuando era pequeña, sus padres compraron una furgoneta y, en los largos trayectos en carretera, jugaba junto a sus hermanas a las cartas sin saber que, años después, que el deporte, y particularmente los Juegos Olímpicos, tendrían un valor especial en su vida. Y es que, Del Río asegura que ha sido "feliz toda la vida" gracias a la especialidad, la deportiva, habiéndolo tenido claro desde primero de periodismo.

Pero el juego no dejó de acompañarla ni en sus años profesionales. Mara Torres ha rescatado un recuerdo de Paloma del Río en El Faro, donde la periodista ha contado como pasaba largas horas jugando al parchís cuando trabajaba como auxiliar de clínica. A pesar de haber gozado de una carrera éxito en la comunicación en RTVE, la realidad es que la periodista, antes de ingresar en la Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense, trabajó en el turno de noche de la UVI del Hospital Ruber Internacional de Madrid para pagarse sus estudios. "Trabajaba de las 22:00 horas a las 8:00 horas", explicaba.

Trabajar tan cerca de la vida y la muerte le generó a Paloma "muchos conflictos religiosos". Por un lado, la periodista tardó en comprender el "aspecto metafísico de la muerte", saber el momento exacto en el que un paciente estaba muerte y, por tanto, se tomaba la decisión de frenar con su reanimación. "Veía el monitor que allí hacía "pum, pum, pum", que sigue latiendo el corazón. Me decían que no había nada que hacer. El corazón es un músculo y tiende a hacer lo que ha hecho toda su vida, y, de repente, hay latidos sueltos", añadía.

Pero si hay algo que de verdad caló en Paloma del Río aquellos años fue aprender "lo rápido que va todo" para todo el mundo, sin distinciones de clases o colores, y de la manera tan súbita en la que uno puede enfermar. "Todos allí estaban desnudos con una sábana, daba igual que fuera un banquero multimillonario, o un labrador con arrugas de medio dedo por el sol. Todos, lo único que quieren en ese momento, es tiempo. No quieren ni posesiones, ni barcos, ni dinero, ni joyas, ni un reloj, solo quieren tiempo", señalaba.

Desde entonces, la comunicadora reconoce que no tiene miedo a la muerte. De hecho, asegura tener "las maletas hechas siempre", sabiendo que está "en paz conmigo misma", por lo que el día que fallezca, confía en poder dejar "la cosa un poquito mejor". "Hay que aprovechar y, sobre todo, intentar no ser mala gente, porque luego aquí se va a quedar todo. Vamos a disfrutar de lo que tenemos, del tiempo y de las personas que tenemos alrededor, porque no sabes cuando salgamos de aquí, qué nos va a pasar ni lo que vamos a durar."