James Horner: el compositor que buscaba colores en su música
Se cumplen diez años de la muerte del autor de la banda sonora de Titanic


James Horner se confesaba seguidor de los grandes sinfonistas, como John Williams, aunque también le gustaba integrar en su música el sintetizador y los coros. “Cuando compongo una partitura siempre ando buscando los colores”, explicaba. “Cuando veo una película nunca pienso en temas ni melodías. Cierro los ojos y pienso qué sentimientos me provoca, qué colores me sugiere. ¿Es el color de la tristeza, el color de la alegría? Como si estuviera viendo un cuadro. Componer para mí es mucho más abstracto que un trabajo físico”, aseguraba.
A pesar de ser uno de los grandes, James Horner no se libraba de las críticas. Muchos aficionados le acusaban de reciclar constantemente melodías de una a otra banda sonora y es bien conocido su llamado “parabará”, cuatro notas que aparecen en muchas de sus partituras, como Star Trek II, Avatar, Enemigo a las puertas o en Willow. Una pequeña marca de fábrica que es tan sólo una anécdota y que no empaña su gran calidad como compositor.
James Horner saltó a la fama en 1982 con la banda sonora de Star Trek II, la ira de Khan. “Yo sabía muy poco de Star Trek, en realidad no había visto la serie, pero aquel encargo me llevó a descubrir a Jerry Goldsmith y a John Williams y me hizo aprender cómo funciona realmente el arte de la composición cinematográfica, el crear música para unas imágenes de una forma casi matemática”, confesaba. Poco después llegó Krull, película de fantasía y banda sonora que aún hoy en día sigue siendo una de las favoritas de los fans del músico. A sus 29 años era el compositor más joven de la historia que dirigía a la Orquesta Sinfónica de Londres y al terminar la grabación todos sus componentes le dedicaron una gran ovación puestos en pie.
A lo largo de los años 80 James Horner se fue haciendo un hueco en la primera división de la música cinematográfica gracias a partituras como El nombre de la rosa, Willow o Tiempos de gloria. Su primera nominación al Oscar, de las ocho que logró en su carrera, llegó en 1986 con la partitura de Aliens, la secuela de Alien, el octavo pasajero que dirigió James Cameron. A pesar de que hoy en día es una de sus bandas sonoras más apreciadas, Horner y Cameron acabaron peleados. La producción se retrasó mucho. La fecha del estreno se acercaba y a pocas semanas de la misma Horner ni siquiera había podido ver la película terminada. El compositor hizo su trabajo en pocos días, pero Cameron quería hacer algunos cambios de última hora, a lo que Horner se negó. “Le decía: Jim, nos quedan cinco o seis días. Tengo que empezar a escribir y una vez hecho no puedo cambiarlo. Tiene que ir a la copistería o la orquesta no lo tendrá. Mi trabajo consiste en que los músicos puedan tocar algo. Que suene como tú quieres en al menos un 80 por ciento. Si tuviera más tiempo haría que fuera al 100 por cien, pero no es así”, recordaba el compositor.
Con los 90 llegó la consagración definitiva del compositor, en especial gracias a una de sus obras maestras que injustamente no consiguió el Oscar en su día: Braveheart. “Creo que ha escrito la mejor partitura de su vida. Es fabulosa. Realmente afecta al tono de la película, potencia cada escena y de alguna forma les da sentido”, explicaba Mel Gibson, intérprete y director de Braveheart.
Los 90 estuvieron llenos de éxitos para el músico, década en la que se convierte probablemente en el compositor más destacado desde el punto de vista comercial, gracias a títulos como Apolo 13, Leyendas de pasión, Juego de Patriotas o La máscara del Zorro, la película que protagonizó Antonio Banderas.
Pero, sin duda, la cúspide de su carrera llegó en 1997 gracias a Titanic. Como decíamos, Horner y Cameron no habían acabado bien tras la experiencia de Aliens, pero el músico no dudó en acudir a él al conocer el proyecto que estaba preparando. “Habían pasado muchos años desde mi último trabajo con Jim cuando oí hablar de un proyecto suyo, Titanic”, recordaba. “Me encantaba la historia. Era perfecta. Y no era como otras películas de Cameron tipo Terminator, de pura acción. Era una historia real y emocionante que yo podía contar con sentimiento. Así que, en pocas palabras, le supliqué que me diera el trabajo. Y sorprendentemente él dijo: Vale, es tuyo. Resulta que ya había pensado en mí porque le encantaba mi música para Braveheart. Decía que era su banda sonora favorita y que la había escuchado muchas veces”. Titanic se convirtió en la banda sonora más vendida de la historia y le valió dos Oscar a James Horner. Uno a la mejor canción, el archiconocido tema que cantaba Celine Dion y otro a la mejor partitura.
Con la llegada del siglo XXI Horner perdió algo de fuelle, aunque aún era capaz de ofrecer buenas partituras, como las de Apocalipto, Troya o Una mente maravillosa. Sin embargo, en 2009 y otra vez de la mano de James Cameron volvió a lograr el éxito multitudinario gracias a Avatar, la que el músico definió como una de las bandas sonoras más complejas de su carrera, ya que sus notas debían potenciar todos los elementos de la película: la acción, la fantasía, el romanticismo y el mensaje ecológico.
Los últimos trabajos destacados de James Horner fueron para las películas The Amazing Spider-man, Los 33, una historia de esperanza, y especialmente El último lobo, el film de Jean-Jacques Anaud. Una partitura sinfónica de gran belleza que realzaba la emoción de la historia y los imponentes paisajes que se veían en la película. Con ella el compositor demostraba que seguía manteniendo su inspiración y su toque maestro. Pocas semanas antes de morir terminó también la música para un documental titulado Living in the age of airplanes, una historia sobre aviones que resultó premonitoria ya que el 22 de junio de 2015, a los 61 años, James Horner fallecía al estrellarse cuando pilotaba en solitario su propia avioneta, dejando a la música de cine sin uno de sus compositores más notables.




