Luis García Montero reflexiona sobre la necesidad de inversiones sociales "para evitar que el planeta salte por los aires"

Buenos días a todos o buena noche de San Juan. Conviene alargar la experiencia del fuego al servicio de la celebración humana de la vida, porque las buenas hogueras pueden ser un punto de encuentro en el que los viejos de la tribu nos cuenten las historias de la comunidad, sus peligros y sus virtudes.

Conviene recordar el lado humano de la realidad, ahora que el viejo de la tribu es un hombre con una gorra poco sensata que se dedica a incendiar el mundo. Sin contar con la ONU, sin la autorización del Congreso de los Estados Unidos, se consagra al genocidio y al desmantelamiento del derecho internacional. Luego vienen las comparecencias oficiales triunfalistas que exaltan la perfección de las armas.

El verano ha empezado de muy mala manera y es una tristeza que el mundo no recuerde los males que el militarismo ha provocado siempre, pero con especial dolor en el siglo XX, cuando la ciencia y la técnica sometieron el progreso a la destrucción masiva.

En este panorama, es una buena noticia que España haya conseguido no obedecer las órdenes del viejo de la tribu y se niegue a gastarse en las armas de la OTAN el 5% de su Producto Interior Bruto. Vamos a tener un producto interior menos bruto, limitando la inversión al 2%. Es un buen pacto.

En medio de la crispación interna y de los bombardeos internacionales, el pacifismo debe protagonizar su voz en los debates políticos y en la movilización social. Debemos volver a reunirnos en el deseo humano de la paz para evitar que el planeta salte por los aires. Necesitamos reunirnos en la hoguera de las inversiones sociales, con otro tipo de líderes planetarios. Paz, paz, paz, porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra, que da sus frutos sin aranceles para todos.