Dejó el periodismo para convertirse en maquinista de trenes de mercancía: "Ambas son ventanas desde las que observamos el mundo"

Madrid

Hay etapas en la vida en las que uno se detiene y se pregunta si el rumbo que lleva es el que verdaderamente desea. Para Álvaro Zamarreño, ese punto de inflexión llegó con la madurez, cuando sintió la necesidad de replantearse su camino. Durante años fue una voz reconocida en la radio, especialmente por su labor como corresponsal en Oriente Próximo, pero fue en ese momento de pausa, a sus 45 años, cuando afloró una pasión dormida desde la infancia: los trenes. Y decidió cambiar radicalmente su vida.

"Me llegó el ecuador de la vida y me sirvió para replantearme qué quería hacer en este tiempo de descuento. Me di cuenta que me apetecía hacer otras cosas, siempre me habían gustado mucho los trenes pero nunca me lo había planteado como algo serio y fue mi familia la que me empujó a dar el paso", ha contado el maquinista en La Ventana.

Y este tipo de decisiones arriesgadas dan pie al arrepentimiento pero Álvaro lo tiene claro: "Me quedo con maquinista, aunque echo de menos a los oyentes, a los compañeros y a Oriente Próximo. Las decisiones importantes en la vida son así, hay que plantearlas bien, recoger toda la información, hacerse preguntas y una vez tengas la respuesta, lanzarse al vacío", ha explicado Zamarreño.

Aunque parezca que estas dos profesiones no tienen nada que ver, el maquinista ha contado que en la práctica él encuentra cierta similitud. "Los trenes dicen mucho de las sociedades y aunque el oficio de periodista y de maquinista parezca no tener nada que ver, yo a veces pienso que ambos son ventanas desde las que observamos el mundo", ha explicado.

Oriente Próximo marcó la carrera como periodista de Álvaro Zamarreño y así ha querido recordarlo: "Sigue formando parte de mi vida, está muy dentro de mi. El periodismo en esos territorios con todo lo que acontece en la actualidad es durísimo, no sé si sería capaz", ha finalizado.