Tiranuelos
Lo malo de las guerras es que se sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban
Ignacio Martínez de Pisón: "Tiranuelos"
Madrid
Si eres soldado y te mandan a la Guerra de los Seis Días, has tenido mala suerte. Pero si eres soldado y te mandan a la de los Cien Años, has tenido muy muy mala suerte.
Lo malo de las guerras es que se sabe cuándo empiezan, pero no cuándo acaban. Es el caso de Ucrania, que para Putin iba a ser cosa de unos días y ahí sigue, tres años y pico después.
Las guerras relámpago han sido una de las fantasías tradicionales de los dictadores. Mussolini acuñó el concepto de guerra celere, y le costó siete meses someter al ejército de lo que él llamaba Abisinia, que combatía con armas de la época de Mahoma. Hitler, por su parte, lo llamó blitzkrieg, y lo que en 1939 empezó como un paseo militar no acabó hasta seis años después, cuando se pegó un tiro en la boca en el búnker de Berlín.
Lo raro es que se busque lo contrario, la guerra interminable, que es lo que está haciendo el tiranuelo de Netanyahu en Oriente Medio. Primero el objetivo era Hamás, después Hezbolá, y luego, ya puestos, cualquier punto de Siria, Irak o Irán que quede dentro del alcance de sus misiles. Mientras otro tiranuelo, Donald Trump, se lo permita, Netanyahu alargará la guerra todo lo que pueda.
El vicepresidente Vance ha contado que, mientras seguían desde la situation room el ataque norteamericano a las plantas nucleares iraníes, Trump bromeó con un botón rojo que había en una mesa. ¡Nuclear!, gritó, y todos se echaron a reír. ¿Pero y lo bien que lo pasamos con esta gente? Casi tan bien como con los del chiste de Gila que le cortaron la cabeza al boticario con un cepo de cazar lobos. Como le dijeron luego a la viuda, ¡si no sabe aguantar una broma, márchese del pueblo!