Tacaños de oro
Francesc Miralles explora la tipología de las personas que se relacionan mal con el dinero

Antes de entrar en un retrato psicológico de las personas con ADN tacaño, analizamos tres ejemplos de famosos que han escatimado excesivamente en el gasto.
Jean Paul Getty fue una de las primeras personas del mundo en amasar mil millones de dólares —que era mucho más en su tiempo—, pero era tacaño en extremo. Se cuenta que dio una sola fiesta en su vida y que fue un fracaso, porque había cuatro bocadillos y prácticamente nada para beber. Así que no dio ninguna más.
Getty se negó a pagar el rescate de su nieto, que había sido secuestrado, y solo soltó el dinero cuando le mandaron la oreja en un sobre. Quien fuera el hombre más rico del mundo en su época, se lavaba la ropa él mismo en la habitación del hotel para ahorrarse la factura de la lavandería.
Otro ejemplo es el propietario de IKEA, Ingvar Kamprad, que llegó a ser el número uno del mundo en la lista Forbes. Aun así, conducía un viejo Volvo de veinte años, volaba en low cost y se alojaba solo en hoteles baratos. Cuando trasladó su residencia a Suiza, para ahorrarse impuestos, iba en persona al supermercado con un montón de cupones que recortaba en los periódicos para que le rebajaran algunos céntimos de cada producto.
Kamprad vestía de mercadillo, compraba lácteos a punto de caducar porque estaban rebajados y aprovechaba para cortarse el pelo durante sus viajes a países en vías de desarrollo para "recortar" también el precio.
El tercer tacaño de oro es alguien que está en boca de todos: Elon Musk. Siendo ya multimillonario, de él se cuenta que vivía en una caseta prefabricada de 35 metros cuadrados en los terrenos de SpaceX. Anteriormente a eso, no tenía posesión alguna y vivía en casas de amigos, en sus propias palabras, "rotando en las habitaciones que estaban libres". Jamás se permite unas vacaciones.
Su ex, la cantante Grimes, se quejaba de que Elon vivía por debajo el umbral de pobreza y que se negaba a cambiar el colchón roto y agujereado sobre el que dormían para no tener que gastar en uno nuevo.
Para hacer el retrato psicológico de estos tacaños, Miralles propone la "psicología de la hormiguita". En el libro Money Mindfulness, la economista Cristina Benito diferencia seis tipologías de personas según su relación con el dinero. Habla de hormiguitas cuando se refiere a personas que, independientemente de sus ganancias, tienen una obsesión de guardar y guardar dinero, por un excesivo miedo a la pobreza.
Psicología de la hormiguita
«El perfil de la hormiguita tiene una obsesión enfermiza por acumular dinero. En el fondo, su patología es similar a la del avaro.
Como el insecto en su colonia, la hormiguita almacena el dinero como si fuera un bien escaso, aumentando siempre las reservas y limitando todo lo posible las salidas, incluso pasando incomodidades y privaciones innecesarias. Y el impulso que le gobierna es el miedo: a que surjan mañana gastos inesperados, a dejar de generar ingresos en el futuro, a un hundimiento generalizado que haría necesario recurrir a esa despensa de recursos.
El problema de la hormiguita es que acumula como un fin en sí mismo. La función de su ahorro no responde a ningún objetivo futuro que mejore su vida, sino de ejercer de parche contra el miedo.
La hormiguita acumula el dinero, pero es como si no lo tuviera, porque no sabe disfrutarlo.»




