Maurice Pialat, el genio francés que hacía un "cine vivo" resucita en unas salas españolas dominadas por secuelas y remakes
Ganador de una polémica Palma de Oro en Cannes, sus películas, reivindicadas por una nueva generación de cineastas, vuelven a los cines españoles este mes de julio

Maurice Pialat junto a Sandrine Bonnaire durante el rodaje de 'A nuestros amores' (Photo by william karel/Sygma via Getty Images) / william karel

Madrid
Maurice Pialat fue y sigue siendo un cineasta de referencia para el cine francés. En España es, quizá, menos conocido que otros directores coetáneos, como Truffaut, Godard o Chabrol. Quizá porque nunca estuvo en el meollo de la nouvelle vague, su cine no se ha visto demasiado en nuestro país y eso que sus películas tienen una característica esencial: son atemporales y difíciles de etiquetar. Eso es lo que vio Ramiro Ledo, responsable de la distribuidora Atalante, que ha decidido, este mes de julio, estrenar su filmografía en los cines españoles. "Su cine sigue siendo profundamente original y diferente. Nosotros llevamos, desde que nos enteramos de que estaban todas sus películas restauradas, queriendo conseguirlas y estrenarlas en España. Hemos negociado título a título y ahora podemos estrenarlas, porque en España apenas se han visto en cines".
Esta primera semana se verá A nuestros amores, una película que sigue siendo muy especial. "Me emociona mucho porque falleció hace 20 años y creo que no está mal por fin poder descubrir sus películas. Fíjate, si la gente no sabe que murió hace veinte años, creo que después de verlas, pueden incluso pensar que va a parecer, porque creo que su cine es universal, atemporal, que no envejece". Sylvie Pialat ha venido a España a presentar este ciclo. Es productora en Les Films de Worso, fue la pareja de Pialat y ahora su albacea. Para ella, es significativo que en España pueda verse en cines estas películas.
A nuestros amores se rodó en 1983 donde descubrimos a la actriz Sandrine Bonnaire. Era una joven que descubre compulsivamente su sexualidad con la oposición de su familia. Pialat hacía de padre, con esa aparición en una comida familiar al final. Una aparición que ocultó a todo el equipo, lo que hizo que creciera el dramatismo. "Fue una sorpresa para todos. Porque en el guion original, el padre muere. Sabíamos que iba a volver. Pero no sabíamos cómo, cuándo, para qué o qué iba a decir. Así que escribió su escena, pero nadie más tenía esa parte del guion".
Por aquel entonces Pialat ya había cosechado algunos éxitos como Loulou, donde Isabelle Hupert se convertía en una mujer que abandonaba a su pareja y la vida burguesa por un tipo sin trabajo, Gerard Depardieu. Como vemos, otra historia de amor complicado. Lo mismo que contaba en en Nunca envejeceremos juntos, donde retrataba la vida conyugal sin concesiones. "Creo que su éxito es que era alguien que rodaba de manera horizontal, lo que significa que habla directamente con las personas, de corazón a corazón. Y eso es lo que lo hace moderno, creo. Es decir, las películas no son de una época, sino que tratan los temas principales de la vida, la infancia, las rupturas, las parejas, la muerte de los padres, la llegada de un hijo".
Temas que no envejecen, junto con la infancia, que fue otra de las claves de su cine. Si empezó su carrera con La infancia desnuda y Aprueba primero, filmes que hablaban en cierto modo de su propia vida y su melancolía de su niñez, culminó con Le garçu, (El chico), dedicada a su propio hijo, Antoine, que protagonizaba la película junto a Depardieu. "Incluso cuando rueda la película sobre Van Gogh está hablando de no sentirse querido. Conectó con esas personas que, como él, sintieron en su infancia que no fueron queridas y ese trauma quedó ahí".
Maurice Pialat ganó la Palma de Oro en Cannes en 1987 con Bajo el sol de Satán, una película sobre la fe que no gustó a la crítica que abucheó la lectura del palmarés, mientras el presidente del jurado aquel año, Yves Montad, y Catherine Deneuve defendían su decisión y al director que recogió el premio y soltó una de esas frases que quedan esculpidas para la historia. "Si ustedes no me quieren, yo tampoco les quiero a ustedes". Un momento que Sylvie Pialat recordaba así: "La proyección con el público fue muy buena, pero la recepción de la prensa terrible. Nos fuimos de Cannes y nos quedamos cerca por si acaso, por Marsella, Cassis… El día del palmarés estábamos en un restaurante y, como no había teléfonos móviles, yo había dejado el teléfono de ese restaurante por si acaso. Durante ese almuerzo sonó el teléfono y, efectivamente, nos dijeron que teníamos que volver porque teníamos un premio, pero no sabíamos cual. Condujimos muy rápido para regresar, nos vestimos en el garaje y subimos con las la ropa arrugada, como pudimos. La película que había gustado a todo el mundo era Los ojos negros… pero cuando Mastroianni recibió el premio de mejor actor, dijimos, pues solo quedamos nosotros. Y ahí empezaron los pitidos y todo el follón. Maurice encontró la frase final que se ha mantenido hasta hoy".
Fuera de polémicas, el cine de Pialat ha influido en muchos directores. Truffaut le produjo la primera película, Godard le elogió. También los hermanos Dardenne han mostrado la influencia en cómo trabaja con las actrices y los actores, como saca la verdad y cómo acompaña a esos personajes retratando la vida misma. Entre las influencias destaca la de una nueva generación de directoras y directores jóvenes españoles que reivindican a Pialat en sus películas. Por ejemplo, Carla Simón, que para Verano 1993 tuvo como inspiración La infancia desnuda. También Elena López Riera, directora de El Agua y Las novias del sur. "Su cine y su forma de trabajar han sido muy importantes, además de la dirección de actores. Por cómo aborda la complejidad de los personajes a los que nunca juzga. Todos son un poco buenos y un poco malos y eso hace que las películas tengan violencia y amor a partes iguales", decía la directora que añora esa libertad creativa que tenía el director y que ahora se ha perdido.
Jonás Trueba es otro de los cinéfilos que adora al cineasta. "Sus películas siempre están vivas. Te da la sensación de que las cosas pasan de verdad. Eso que es tan difícil de conseguir en el cine, que la vida suceda. Él lo consigue. Te da la sensación de que la película se está haciendo continuamente. Y creo que es un maestro también de dirigir a los actores, siempre te sorprende en cada secuencia, en cada plano. Creo que es uno de los cineastas más modernos de la historia del cine. Curiosamente, a ambos les ha producido Sylvia Pialat. "Me gusta mucho esos jóvenes que se sienten unidos a los mayores. Creo que el mejor adjetivo para definir el cine de Maurice es decir que está vivo", nos dice la productora francesa que está detrás de títulos como Timbuctú, El desconocido del lago o Los miserables. También de películas españolas como Volveréis, Las novias del sur, La abuela, Robot Dreams o Quién te cantará. “La financiación francesa permite permite producir películas extranjeras. Hay otros productores franceses que cuando producen cine extranjero se limitan a encontrar el dinero y ya está. A mi me gusta quedar con todos, como Paco Plaza, con Elena López Riera, con Jonás Trueba. Lo que realmente me interesa es compartir y escuchar, poder debatir con ellas y tener experiencias diferentes. Además de España, también producimos con otros países. Eso abre las ventanas, porque somos un país muy mimado. Y conocer gente para la que es más difícil hacer cine también es bueno, porque son felices más rápido que los franceses". Entre sus últimos éxitos, Partir un jour, la cinta de apertura de esta pasada edición de Cannes, un musical francés que ha hecho una estupenda taquilla en su país y que, esperemos, llegue a los cines españoles. Mientras tanto, disfrutaremos del cine de Maurice Pialat en este ciclo que devuelve a la gran pantalla a un cineasta marcado por ese realismo sucio, con el que le definió la crítica.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...