Analizan por primera vez un ADN del Antiguo Egipto: corresponde a un artesano que vivió hace 4.800 años cerca del Nilo
El hallazgo ha sido clave para determinar los movimientos migratorios y los vínculos genéticos entre poblaciones vecinas

Un paisaje del Antiguo Egipto, en una imagen de archivo. / Anton Aleksenko

Madrid
Hace más de 4.500 años, un hombre fue enterrado al morir en una vasija de cerámica en la necrópolis de Nuwayrat, una localización que a día de hoy forma parte de un gran yacimiento arqueológico a unos 200 kilómetros de El Cairo. A principios del siglo XX este hallazgo fue excavado y trasladado tiempo después al World Museum de Liverpool, en Reino Unido. Ahora, toda esta cadena de acontecimientos han sido la clave para analizar por primera vez el ADN de un ciudadano del Antiguo Egipto.
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Los resultados, publicados recientemente en la revista Nature, evidencian que este hito es a la vez científico e histórico. Y es que los investigadores han podido conocer más sobre los movimientos migratorios de la población y sus vínculos genéticos con otras civilizaciones, lo que, en definitiva, ofrece una mirada al pasado y al funcionamiento de la sociedad de la época.
Lo que se ha conseguido ahora, en concreto, es la secuenciación del genoma completo de un ciudadano egipcio que vivió entre los años 2800 y 2500 a. C, es decir, durante la transición entre el Periodo Dinástico Temprano y el Imperio Antiguo. Para conseguir capturar su ADN, los investigadores utilizaron los restos óseos del individuo, concluyendo que la mayor parte su ascendencia genética era norteafricana, mientras que un 22% corresponde al Creciente Fértil (región de Mesopotamia).
El hallazgo confirma de forma inequívoca que en aquella época se llevaron a cabo movimientos migratorios de la población, algo que se podía inferir gracias a los restos arqueológicos, aunque no se sabía con seguridad. De hecho, gracias al análisis, los investigadores han concluido que las personas de Asia Occidental se trasladaron hasta Egipto y allí se mezclaron con las poblaciones locales.
Qué dice el ADN del individuo egipcio
"Los contactos entre Egipto y el Creciente Fértil oriental no se limitaron solo a objetos e imágenes, sino que también abarcaron la migración humana", según se ha desprendido del estudio, que también ha incidido en las características físicas del hombre egipcio. En concreto, de su ADN se sabe que tenía entre 44 y 64 años cuando murió y que medía unos 160 centímetros.
De la investigación, llevada a cabo por la doctora Adeline Morez Jacobs (autora principal del estudio) de la Universidad de Liverpool, también se desprende que el hombre tenía la tez oscura y los ojos y el pelo marrones. El varón, además, presentaba signos de desgaste óseo, artritis y otras marcas musculares que evidencian que su profesión era la artesanía. "Todos los resultados son consistentes con haber crecido en el clima cálido y seco del valle del Nilo", ha explicado el informe.
Por la forma de enterrar al egipcio, se sabe que tenía cierto estatus dentro de la civilización, en un momento en el que la momificación aún no era tan común. De hecho, los científicos creen que ha sido precisamente su conservación en la vasija de cerámica lo que ha propiciado un grado mayor de "preservación del ADN no reportado previamente en Egipto".
Un hallazgo histórico que podría cambiar por completo la forma en la que se entiende a día de hoy la sociedad del Antiguo Egipto. Eso sí, aún es necesario recopilar el ADN de más individuos para seguir analizando sus comportamientos migratorios. "La futura secuenciación completa del ADN del genoma de más individuos permitirá una comprensión más detallada y matizada de la antigua civilización egipcia y sus habitantes", ha sentenciado.