Prostitución
Ya sé que hay excepciones, ya sé que no siempre existe coacción, ya sé que cada una, o uno, puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Incluso he visto “Pretty woman”. Y sé que ninguna ley acabará con la prostitución. Aún así: se trata de un asunto que ninguna sociedad debería aceptar. Repito: nos envilece a todos.

Barcelona
Las prohibiciones funcionan a veces. Poca gente, por ejemplo, circula por una autopista en dirección contraria. Pero hay asuntos que se resisten. Sabemos lo que ocurrió cuando la Ley Seca intentó acabar con el alcohol en Estados Unidos: Al Capone y miles como él se hicieron multimillonarios, y la gente siguió bebiendo whisky de bañera como si no hubiera un mañana.
También sabemos cómo va la prohibición de ciertas drogas: cárteles, violencia y un enorme gasto público para nada, o casi nada.
Yo no creo que sea útil prohibir este tipo de cosas. La prostitución, sin embargo, me parece algo distinto. Porque envilece y porque, por cochambroso que sea un Estado, no acepto que se convierta en proxeneta indirecto por la vía fiscal.
Ya sé que hay excepciones, ya sé que no siempre existe coacción, ya sé que cada una, o uno, puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Incluso he visto “Pretty woman”. Y sé que ninguna ley acabará con la prostitución. Aún así: se trata de un asunto que ninguna sociedad debería aceptar. Repito: nos envilece a todos.
Pero, como suele suceder, el diccionario añade complicaciones. Prostituir no sólo consiste en obligar a alguien a mantener relaciones sexuales por dinero. También es prostitución “deshonrar o degradar algo o a alguien abusando con bajeza de ellos para obtener un beneficio”.
Esta segunda acepción me viene a la cabeza en los momentos más inesperados. El otro día, por ejemplo, viendo durante un rato la asfixia de los futbolistas en ese invento nuevo, el Mundial de Clubes. O leyendo sobre el presupuesto de Trump, que putea (perdón, la palabra viene al caso) a los pobres para que los ricos ganen aún más. La verdad es que todo el sistema económico en que vivimos se basa en deshonrar o degradar para obtener un beneficio.
Como decía Manuel Vázquez Montalbán, estamos rodeados. Pero por algo hay que empezar.
Me llamo Enric González. Les deseo un día feliz y, en lo posible, fresco.