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Aimar y Jabois desgranan la condena al exconcejal de Ponferrada que tiró por la terraza a su mujer y la dejó parapléjica

"Solo empezamos a escuchar cuando un cuerpo cae al vacío y empezamos a ver cuando nos salpica la sangre"

Madrid

Hoy hemos conocido una noticia que merece todo el foco informativo y más. El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a 16 años de cárcel al exconcejal de Ponferrada, Pedro Muñoz, que tiró por la terraza a su mujer y la dejó parapléjica cuando ella estaba haciendo las maletas para irse de casa. Esto ocurrió en mayo de 2020, en plena pandemia.

Pero es que ya de antes, en los tres años que llevaban juntos, le había hecho la vida imposible. La sentencia relata como hechos probados que desde el comienzo de la relación sentimental, Muñoz dio muestras de un comportamiento violento e intimidante, con constantes amenazas, humillaciones, agresiones físicas y maltratos psíquicos, cometidos con una clara intención de menospreciarla, humillarla, anularla, denigrarla, controlarla y dominarla mediante una verdadera subyugación psicológica. El acusado le impuso a su compañera sentimental una relación tóxica donde, por las buenas o por las malas, siempre había que hacer su voluntad.

Él provocaba continuas discusiones con su pareja sentimental, mermando intencionadamente su autoestima y creando un ambiente de terror llamándole de forma reiterada “puta, zorra, estúpida, gilipollas, te voy a matar, las putas como tu tienen que estar en la calle, en esta relación sólo mando yo”. Llegó a echarla varias veces de de casa como represalia por contradecirle en temas políticos o personales.

Le prohibió que fuera al gimnasio, la aisló de su familia, de sus amigos y de su entorno social. Cuando ella quedaba con personas que a él no le caían bien, cuando ella volvía a casa él la agredía y la decía “te voy a hundir, te voy a matar, si me dejas te mato, aquí mando yo”.

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Aimar Bretos y Manuel Jabois desgranan la sentencia que confirma la condena al exconcejal de Ponferrada que tiró por la terraza a su mujer y la dejó parapléjica

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Relata la sentencia como hechos probados que ella, debido a los malos tratos que sufría y al miedo que tenía a que él le hiciera algo malo a su familia, ella no fue capaz de romper con la relación. Él le decía que la iba a matar a ella y a su hija y que no podría volver a trabajar en Ponferrada porque él tenía mucho poder.

Ella era abogada. Cuando estaba con algún cliente, él aparecía allí "con la finalidad de saber y controlar en cada momento donde y con quien estaba".

De hecho, consiguió que ella dejara el local en el que trabajaba y le hizo trasladarse a la sede del partido que él había creado y por el que era concejal. Explica la sentencia que él creó así en ella una auténtica relación de dependencia económica para controlarla y someterla psíquicamente.

En los hechos probados se incluye que él ya una vez la había arrastrado por la fuerza por casa, bajándola a rastras por unas escaleras.

Ella, para ocultar los síntomas de los malos tratos que sufría, se maquillaba o se cubría las partes lesionadas de su cuerpo con ropa. Dice la sentencia: "ella sentía vergüenza de que la vieran con hematomas por haber sido siempre una mujer independiente y abogada con formación en violencia de género"

El sometimiento llegó a tal punto que cuando en Ponferrada ya empezaba a ser vox populi lo que él le hacía, y eso le podía perjudicar como político... él le obligó a que ella fuera a un notario a decir que nunca la había maltratado ni física ni psíquicamente.

La prueba de la presión a la que la sometía es que él le obligó a que le consultara el contenido exacto de ese acta notarial.

De hecho, cuando ya estaba escrita, ella le mandó a él una captura al móvil diciéndole: "añado o quito lo que no quieras".

Esto fue en 2019. Unos meses después, en febrero de 2020... durante una paliza, él le gritó “te mato, te mato, te mato, ¿qué es lo que quieres que te mate, eso es lo que quieres? Grita, grita más, zorra".

Y ya en mayo de 2020, tras una discusión, ella se fue a una habitación a hacer la maleta para abandonarle. Él se acercó y le dijo: "¿que cojones estás haciendo? ¿No te enteras que sólo muerta te puedes librar de mí?".

Empezó a golpearle, le agarró de las piernas, la arrastró hasta la terraza en la parte superior de la casa y la tiró desde allí al vacío. Ella cayó cuatro metros, hasta el suelo; se golpeó en la cabeza y la espalda, y quedó inmóvil boca abajo pero sin perder la conciencia.

Él bajó y se dirigió a ella: "zorra, hija de puta, ¿te has muerto ya?". Y volvió a agredirle con patadas, golpes y un palo.

Y después ya, llamó al 112, diciendo que su mujer se había caído y que estaba inconsciente. Dice la sentencia que él se arrepintió, que la metió en casa y que trató de bloquearle las hemorragias con unas toallas que cogió del baño.

Cuando llegaron los servicios de emergencia, la llevaron al Hospital del Bierzo... y de ahí al de León, donde llegó casi en situación de muerte cerebral. Al final se le operó y lograron salvarle la vida.

Como consecuencia de todo aquello, la mujer quedó parapléjica. Las secuelas le imposibilitan cualquier tipo de profesión u oficio. Y precisa asistencia para todo, para todas las actividades básicas de la vida diaria.

Como él hizo esa llamada al 112, la justicia interpretó que él se arrepintió en el último momento, después de lanzarla al vacío... y que aquella llamada -en la que él intentó que todo pareciera un accidente- aquella llamada fue lo que permitió que a ella le salvaran la mujer; porque si no, habría muerto. Y por eso, le absolvieron del delito de asesinato u homicidio en grado de tentativa.

Lo condenaron a 16 años y 11 meses de cárcel por maltrato y lesiones agravadas y le condenaron también a pagarle una indemnización de millón y medio a la víctima.

Este tipo, desde la cárcel, intentó declararse insolvente traspasándoles sus propiedades a sus hijos. Pero le pillaron y le condenaron también por alzamiento de bienes, por esa maniobra para intentar no pagarle a la víctima por lo que le hizo.

Jabois: "Empezamos a ver cuando nos salpica la sangre"

Es importante saber que por cada historia de terror de violencia machista que conocemos hay muchísimas que no llegan ni siquiera a un juzgado, que incluso llegan antes al cementerio que a un juzgado, que para llegar a los periódicos tienen que llegar antes a los cementerios.

Este hombre era un concejal de una ciudad con una población de 65.000 habitantes; era un personaje público en esa Ponferrada, salía en los medios. Ella era una abogada y además con formación en violencia de género. Pues bien: al régimen de terror psicológico le sucedían palizas de muerte. Y todo ello invisible al radar. Hasta para su entorno. Por eso es importante eso que has destacado: cuando empezaron años después las sospechas, ella escribió y firmó un acta notarial negando cualquier maltrato.

La violencia de género es un asunto tan delicado que muchísimas veces hay que denunciarla pese a la oposición y el encubrimiento del agresor y de la víctima.

Esa mujer estaba secuestrada y tenía una pistola en la cabeza que estuvo durante años cargándose de balas. Si ese hombre no la hubiese intentado matar, a lo mejor aún hoy estaríamos ciegos y sordos.

Lo que acabas de relatar es un asco. Pero es un asco que tenemos en la puerta de al lado. Solo empezamos a escuchar cuando un cuerpo cae al vacío. Y empezamos a ver cuando nos salpica la sangre. No por nuestra culpa, o no siempre por nuestra culpa, porque hay quien mira para otro lado hasta que es tarde, sino porque el maltratado lleva tan al extremo su violencia que convierte a la víctima en su primera defensora.

 

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