Las lecciones de Ricky Rubio

Ricky Rubio entrevistado por Évole demostraba que la sabiduría no es cuestión de edad. Generoso y honesto, el jugador de básquet nos enseñó que se puede ser un sabio con treinta y pocos. Sin pretensiones ni ganas de dar lecciones a nadie, solo transmitiendo con sinceridad lo que ha aprendido de su experiencia como jugador de éxito que en un momento dado entró en crisis.

Escuchándolo debería quedarnos claro que el sistema de competición extrema en el que vivimos y cuya cúspide más deslumbrante son los deportes de élite, está diseñado para acabar enajenando a cualquiera que tenga dos dedos de frente.

Lo raro es que no haya más Ricky Rubios parando para recuperar las riendas de sus vidas, cuestionándose el implacable funcionamiento de la cultura del espectáculo. Cuando no basta con ser bueno, sino que hay que ser siempre y a todas horas el mejor, cuando se enaltecen los valores del individualismo radical y los vínculos reales y auténticos se supeditan a la conquista de la fama y el dinero, lo normal y sano es que uno acabe enfermando.

Más cuando a la persona se la convierte en un personaje a su pesar y surge la culpa al no alcanzar ese ideal imposible creado por otros. Por las marcas, los medios, los equipos, por todos los que se lucran con tu éxito y no recuerdan que eres de carne y hueso. La conclusión que saco de la entrevista es que ningún niño debería ser entregado a ese sistema caníbal antes de que pueda decidir por sí mismo su camino. El deporte profesional en menores debería ser considerado lo que es: trabajo infantil. Ojalá todos los padres que sueñan con que sus hijos se conviertan en estrellas escuchen atentamente a Ricky. Ojalá.