Marina Perezagua: "Tal y como está Estados Unidos, hace tiempo que no se le puede llamar primer mundo"

Marina Perezagua es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, la ciudad en la que nació y en la que se encuentra como perdida cada vez que regresa, dice, "ya no sé dónde están mis raíces". Marina reside en Estados Unidos, es escritora y ha pasado por España para presentar Luna Park, con Páginas de Espuma, un conjunto de relatos que son una suerte de despedida del país en el que ha vivido e impartido clases durante décadas. "Nunca había escrito un libro tan centrado en temas neoyorkinos o americanos", advierte.

Luna Park es el mítico parque de atracciones en Coney Island que, "aunque distinto al original, sigue manteniendo esa aura paradójica de un mundo que continúa funcionando, aunque ya no exista", escribe en uno de los relatos y es el espíritu del libro. Diferentes historias, diferentes protagonistas, en un mismo contexto: un país, Estados Unidos, que ha cambiado radicalmente en los últimos años, deteriorándose hasta la más absoluta decadencia.

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La maternidad es uno de los temas que recorre el libro, desde el primer relato, Violeta no tiene porqué, que es una ruptura con la maternidad inspirado en su propia experiencia, cuando su madre no respondió bien al parto de Marina. "En los días posteriores a mi parto, mi madre se me descolgó del corazón. Una vez más", escribe. "La escritura me ha servido para curarme y para divertirme", afirma en la entrevista. Y es que Luna Park es un libro divertidísimo, lleno de un humor desenfadado y de anécdotas absolutamente hilarantes y reales, confiesa.

De la maternidad a la familia. La escritora cuenta que su vida es más amplia gracias a historias de sus abuelos, bisabuelos e incluso tatarabuelos. Testimonios de lo que es el miedo a perder la vida, la tragedia de matar a un hermano en una guerra civil, el hambre y el caos tras un bombardeo. Cómo los vecinos habían pasado de ser conocidos o amigos a enemigos enfrentados. Salvando las distancias, por supuesto, eso ha ocurrido también en Estados Unidos, dice. "La primera legislatura de Donald Trump fue horrible, pero nadie podíamos imaginar que llegaría tan lejos ahora. Tú vas por la calle en Nueva York, que es progresista, y en cualquier momento te piden la documentación. Hay un ambiente de miedo parecido al que me contaban mis abuelos, cuando no podías reunirte con más de dos o tres personas. Eso está pasando en Estados Unidos", afirma.

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En otro de los relatos cuenta: "Llegué a Nueva York con una beca de doctorado en el año 2002. Acababa de terminar la carrera en la Universidad de Sevilla y era tan tímida que no veía el modo de poder dirigir un aula con estudiantes más o menos de mi edad, impartiendo una clase de Historia moderna de España". Este ambiente de miedo también lo ha sufrido en la universidad. "El sistema universitario alentaba un espíritu de cuestionamiento como parte integral del crecimiento intelectual y hoy las universidades expulsan a profesores y estudiantes, sobre todo si no son blancos. Es ridículo que hayan prohibido libros como La casa de Bernarda Alba o Yerma, de Federico García Lorca. Universidades como Columbia están hoy comiendo de la manita de Trump para no perder financiación, ya no se puede hablar de Palestina, por ejemplo", lamenta.

Otra de las razones por las que la escritora se plantea dejar el país es la inseguridad con la que se está criando su hija, con tanta violencia, en un país donde es muy fácil comprar un fusil en un supermercado. Desde la soledad a la indiferencia hacia los pobres e indigentes o la alta tasa de suicidios son otros motivos. Un país en el que la gente muere también porque no puede costearse un tratamiento médico. "Es que no es un primer mundo. Llevo diciéndolo un montón de tiempo y la la gente se lleva la mano a la cabeza. Ancianos recogiendo latas por 25 céntimos, lo mismo que pagaban hace veinticinco años, sin atención médica, con miedo a ser deportados".

Nueva York, la ciudad en la que se centra el libro, también es decadente como la noria de la portada. "La gente defeca en la calle, se masturba en el metro, hay muchos indigentes con problemas mentales, que arrastran desde la pandemia, y totalmente abandonados, sin seguro médico, sin recibir atención. No es como nos nos lo ha contado el cine. Las películas de Woody Allen, por ejemplo, están rodadas en Queens aunque supuestamente ocurran en Brooklyn. Partimos de una mentira, aunque, en cualquier caso, Nueva York es totalmente distinta ahora".