"Mi Tiffany’s está en Madrid a las seis de la mañana": Alana S. Portero describe su lugar de paz

Madrid

En el último capítulo de la temporada del programa de la Cadena SER Esta noche libro, dirigido por el cineasta Javier Ambrossi, el libro recomendado a la audiencia ha sido Desayuno en Tiffany's, que cuenta la historia de Holly Golightly, una joven que, tras haber rechazado una carrera como actriz en Hollywood, se convierte en una de las figuras del Nueva York más sofisticado, rodeándose de millonarios extravagantes y excéntricos.

Ambrossi ha destacado que una de las cosas del libro que más le gusta es “lo que significa la joyería Tiffany’s para Holly. Creo que es la cosa más bonita y profunda que hace la novela, y que es un lugar de paz”, confesaba el director de cine. A raíz de esto, el presentador ha preguntado a sus colaboradoras, la escritora Alana S. Portero y la periodista Marina Barrier, cuál es su lugar de paz en el mundo o la situación que más tranquilidad les genera.

Lugares muy diferentes entre sí

En el caso de Portero, la escritora ha sido muy clara y ha relatado que para ella “son las calles de Madrid a esa hora exacta en la que el cielo va a cambiar de color porque va a amanecer. Como a las 05:30 o 06:00 de la mañana, porque has salido por la noche. La vuelta a casa”, confesaba la escritora, que admitía que “ese es su lugar feliz y de paz absoluta”.

En el caso de Barrier, la periodista se ha inclinado por algo muy tradicional: el rastro o el mercado. Eso sí, la mallorquina ha querido dejar claro que no se refería al del barrio de La Latina, en Madrid, porque está muy masificado, sino a cualquier otro, independientemente del lugar en que se encuentre.

“Se me dan tan bien las gangas, regatear con la gente, buscar, encontrar una camiseta de un euro que es divina… y yo ahí me siento en mi lugar”, destacaba la periodista, en relación al espacio donde se siente realmente ella.

Ambrossi ha sorprendido a todas con su Tiffany’s o lugar de paz, y es que el director se ha inclinado por las piscinas. “Me daba mucha paz ese momento, en especial cuando era un adolescente revuelto”, relataba el director, que enfatizaba que, en particular, las piscinas climatizadas —a las que “la gente iba todo el año a nadar de un lado para el otro”— eran, además de una imagen cinematográfica para él, un lugar tranquilo donde nadie “iba a hacerte nada”.