Criado por una abuela samurái: así fue la infancia más extraña de la literatura japonesa
Lo aisló del mundo exterior y lo vistió con ropas de niña durante años
Criado por una abuela samurái: así fue la infancia más extraña de la literatura japonesa
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En una casa sombría del barrio de Yotsuya nació Kimitake Hiraoka, el niño que más tarde se convertiría en Yukio Mishima, uno de los escritores más influyentes y controvertidos del Japón moderno. Su infancia fue cualquier cosa menos convencional. Fue separado de sus padres por su abuela Natsu, una mujer de salud frágil pero voluntad férrea, descendiente de una familia samurái de la era Tokugawa.
Durante el podcast Un autor en una hora de la SER, se describe cómo Natsu, obsesionada con la aristocracia y la tradición, crió al pequeño Mishima como si fuera un príncipe de otro tiempo. Lo aisló del mundo exterior, lo vistió con ropas de niña durante años y lo mantuvo alejado del sol, del juego y de otros niños. En su lugar, lo rodeó de literatura clásica, teatro Nō y un ambiente de enfermedad y silencio. Esta atmósfera opresiva marcó profundamente su sensibilidad artística y su visión del mundo.
El joven Mishima desarrolló una imaginación intensa y una fascinación precoz por la belleza, la muerte y el sacrificio. Su novela Confesiones de una máscara (1949) es un retrato apenas velado de esa infancia: un niño que se esconde tras una máscara social, que reprime sus deseos y que encuentra en la estética y el sufrimiento una vía de escape.
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La figura de su abuela no solo moldeó su carácter, sino que sembró en él la semilla de una obsesión: la del honor samurái. Décadas más tarde, Mishima fundaría su propia milicia privada, el Tatenokai (Sociedad del Escudo), y protagonizaría un intento fallido de golpe de Estado para restaurar el poder del emperador. Su vida terminó con un seppuku ritual en 1970, en un acto que parecía escrito por él mismo.
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Un autor en una hora | Yukio Mishima
Mishima no solo escribió sobre el ideal samurái, sino que lo vivió hasta sus últimas consecuencias. Pero para entender su literatura y su muerte hay que volver a esa casa en Tokio, a esa infancia entre sombras, y a la abuela samurái que lo crió como si fuera el último heredero de una estirpe extinta.
