La agónica muerte de 'Plinio el viejo' rescribió la historia para siempre: así surgieron las erupciones plinianas
Su legado científico dio nombre a uno de los fenómenos volcánicos más violentos conocidos

La agónica muerte de 'Plinio el viejo' rescribió la historia para siempre: así surgieron las erupciones plinianas
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El 24 de agosto del año 79 d.C., el Vesubio entró en erupción y sepultó bajo cenizas a Pompeya, Herculano y otras ciudades del golfo de Nápoles. Entre las víctimas se encontraba uno de los sabios más notables del Imperio romano: Plinio el Viejo. Su muerte no fue solo trágica, sino también reveladora. Murió asfixiado por los gases volcánicos mientras intentaba observar de cerca el fenómeno y rescatar a amigos atrapados. Su valentía y curiosidad científica marcaron un antes y un después: siglos más tarde, los vulcanólogos bautizarían este tipo de erupciones explosivas como plinianas, en su honor.
Pero, ¿quién era este hombre que murió por acercarse al conocimiento?Callo Plinio Segundo nació en Como, en el año 23 d.C., en el seno de una familia acomodada. Desde joven fue enviado a Roma para formarse en filosofía y ciencias naturales. Allí desarrolló una pasión desbordante por la lectura, que sus contemporáneos describían como casi obsesiva.
Su carrera militar lo llevó a las campañas en Germania, donde escribió su primer tratado: Técnicas de combate a caballo. A su regreso a Roma, en el año 57, se dedicó al estudio y la escritura, publicando obras sobre literatura y retórica. Más tarde, como procurador imperial, recorrió provincias como la Galia, Hispania y África, y fue entonces cuando comenzó a trabajar en su obra más ambiciosa: Historia Natural.
Esta enciclopedia del saber romano, que abarca desde astronomía hasta botánica, es el único trabajo suyo que ha llegado íntegro hasta nuestros días. Su afán por comprender el mundo lo llevó a documentar todo lo observable, desde los minerales hasta los fenómenos atmosféricos.
En el año 79, como prefecto de la flota romana en Miseno, Plinio no dudó en embarcarse hacia la zona afectada por la erupción del Vesubio. Lo movía una doble motivación: salvar vidas y estudiar de cerca la fuerza de la naturaleza. Fue su última expedición. Murió con 56 años, víctima de los gases tóxicos, pero su legado sobrevivió al desastre.




