Por qué Gloria Fuertes y Miguel Gila fueron amigos mucho antes de ser famosos
La poeta contaba con pocas amistades, algunas de ellas imaginarias, como Carmencita, Peinita y Coleta

Por qué Gloria Fuertes y Miguel Gila fueron amigos mucho antes de ser famosos
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Gloria Fuertes fue una de las voces más poderosas de la poesía española en el S.XX. Su producción literaria se compone de obras como Obras incompletas, Historia de Gloria: amor, humor y desamor y Mujer de verso en pecho, además de antologías y recopilaciones de poesía infantil. La escritora, nacida en Madrid el 28 de julio de 1917, fue una personalidad ampliamente incomprendida, injustamente catalogada como "poeta de niños", y una mujer libre y adelantada a su tiempo.
La poeta nació en el madrileño barrio de Lavapiés, en el seno de una familia obrera, con un padre conserje y una madre costurera y limpiadora. Tenía tres hermanos y una hermana, todos mayores que ella menos uno, su hermano pequeño Angelín.
Lamentablemente, tras la muerte de Angelín a los siete años al ser atropellado, Gloria se quedó sin compañero de juegos, por lo que dedicaba su tiempo a intereses como el fútbol y el baloncesto. Las "cosas de niñas" le resultaban indiferentes y pasó por distintos colegios por su rebeldía, pero en los que comenzó a leer y escribir sus propios cuentos, descubriendo su pasión por los libros y la cultura.
"Me crié en una chabola, ras de tejado. No había luz eléctrica ni agua. Retrete sí, con una cortina de sábana vieja pieceada, exquisitamente decorativa". En este contexto de hambre y pobreza, sin juguetes ni dinero, Gloria comenzó a explorar su mayor talento: la imaginación.

Aislada en su habitación, la poeta leía novelas e inventaba historias. Esto le llevó a inventar incluso sus propios amigos imaginarios, sobre todo niñas, entre las que destacaban Carmencita, Peinita y Coleta. Esta útima con el tiempo se convertiría en su alter ego y aparecería como personaje en sus obras infantiles.
Miguel Gila, su gran amigo
En su adolescencia, Gloria contaba con pocos amigos, y comenzó a acompañar a su madre en su turno de noche como limpiadora en la redacción de la revista Lecturas, que publicó su poema Niñez, juventud, vejez, tras dejarlo en la mesa del director.
Entre sus lecturas preferidas se encontraban El Tebeo, Pinocho y la revista de historietas humorísticas. Es esta pasión por la imaginación, el humor y la literatura, lo que unió a Gloria Fuertes y Miguel Gila por aquella época. Eran vecinos de la calle Zurbano, y los dos adolescentes pasan mucho tiempo juntos. Uno de sus pasatiempos era pasear por la calle José Abascal, donde reían, inventaban chistes juntos, y hablaban de sus problemas. “Yo estaba medio enamorada de Gila, pero era muy chulito”, confesó más tarde la poeta.
De edades similares, a medida que fueron creciendo la vida les llevó por distintos derroteros. A los 16 años, Gloria se matriculó en la Escuela de Educación General, donde consiguió diplomarse en cocina, bordados higiene y filosofía con puericultura, un grado conocido como Estudios Generales. Tras la muerte de su madre, dejó los estudios y comenzó a perseguir su carrera como poeta, que comenzó a florecer durante la posguerra.
Mientras tanto Gila, el que luego se convertiría en el mítico humorista español, dejó la educación a los trece años y compaginó trabajos de pintor de coches, aprendiz de mecánico y fresador hasta el estallido de la Guerra Civil, cuando se alistó como voluntario en el Quinto Regimiento de Enrique Líster. También la posguerra fue el contexto de su éxito como humorista.

Un autor en una hora | Gloria Fuertes
El código iframe se ha copiado en el portapapeles




