¿Frivolidad o poder? El estigma que dejó 'El diablo viste de Prada'

Nos vestimos todos los días, pero hablamos poco de moda. La frase parece una obviedad, pero encierra una contradicción cultural profunda: ¿por qué algo tan cotidiano sigue siendo visto como superficial? ¿Por qué la estética aún se percibe como enemiga del pensamiento crítico?

La pregunta surgió en La Ventana de la SER, durante una conversación sobre los 50 años del imperio de Giorgio Armani. Allí, el sociólogo Pedro Mansilla y la jefa de moda de El País, Leticia García, coincidieron en que "parte del problema está en el relato que la cultura popular ha construido en torno a la moda". Y uno de sus pilares más influyentes es El diablo viste de Prada.

"La película ha hecho mucho daño y mucho bien al mismo tiempo", reconoció García. Estrenada en 2006, con Meryl Streep y Anne Hathaway como protagonistas, la cinta retrata el mundo de la moda como un entorno despiadado, elitista y superficial. "Refuerza ese relato peyorativo", añadió. "El de que interesarse por la moda es sinónimo de frivolidad".

Pedro Mansilla fue más provocador: "Es como si no pudieras ir con un esmoquin exquisito a manifestarte por Palestina". Y añadió: "Parece que los que nos dedicamos a la moda no tenemos conciencia y los que se dedican a la ética, no se visten".

Pero la moda, como recordaron ambos, es mucho más que eso. "Nos vestimos todos los días y tomamos decisiones estéticas cada mañana", insistió García. "Es la forma más inmediata de decir quiénes somos". Mansilla lo resumió con una cita de Umberto Eco: "El primer acto político del día es mirarse al espejo antes de salir a la calle".

El diablo viste de Prada nos dejó frases memorables y estilismos icónicos, pero también una tarea pendiente: reconciliarnos con la moda como parte esencial de nuestra identidad y cultura. "Nadie diseña en el vacío", concluyó García. "La moda no solo refleja el presente, lo resume".