Así es como la gran aventura de Kon-Tiki transforma la educación española
Un proyecto educativo en la montaña que enseña a jóvenes de FP a organizar su propia aventura y descubrir el valor del trabajo en equipo y la autonomía

Así es como la gran aventura de Kon-Tiki transforma la educación española
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En una época en la que la educación parece cada vez más desconectada de la realidad, dos profesores han decidido volver a las raíces del aprendizaje: la experiencia, la aventura, el contacto directo con el mundo. Juan Cabrero y Lili Romanik, docentes del centro San Ignacio de Loyola en Torrelodones, compartieron en el programa Ser Aventureros de la SER, un proyecto que no solo enseña a escalar montañas, sino también a escalar la vida.
Todo comenzó en una cueva, literalmente. "Estábamos haciendo espeleología, como tantas veces, y nos preguntamos: ¿por qué no llevar esto a clase?", recuerda Juan."¿Por qué no enseñar desde lo que vivimos, desde lo que nos transforma?".
Así nació La Kon-Tiki, una expedición educativa inspirada en la travesía de Thor Heyerdahl, el explorador noruego que cruzó el Pacífico en una balsa de madera para demostrar que la curiosidad puede mover el mundo. "Heyerdahl tenía una hipótesis, pero sobre todo tenía amigos. Y eso es lo primero que les decimos a los alumnos: no lo hagáis solos", añade Lili.
El proyecto se desarrolla en el marco de los ciclos formativos de deportes, donde los estudiantes aprenden a guiar grupos en el medio natural. Pero La Kon-Tiki va mucho más allá: los alumnos deben organizar una expedición real, desde la logística hasta la financiación. "Han conseguido patrocinadores de todo tipo: marcas de montaña, bares del pueblo, refugios…", cuenta Juan. "Unos les dieron helados, otros ropa, otros paellas. No hubo dinero, pero sí mucho ingenio".
La primera edición tuvo lugar en la montaña palentina, en busca de la soledad y el silencio. "Queríamos que se enfrentaran a lo esencial. Que sintieran el frío, el cansancio, la belleza del paisaje. Que se desconectaran del móvil y se conectaran con ellos mismos", explica Lili.
Los alumnos, de entre 16 y 18 años, vivieron una experiencia que les cambió. "Uno me dijo: 'Nunca me había sentido tan útil'. Otro: 'He aprendido más en tres días que en todo el curso'", recuerda Juan. "Y eso te hace pensar: ¿qué estamos haciendo en la educación? ¿Qué estamos dejando de hacer?".
La Kon-Tiki no es solo una expedición. Es una forma de entender el aprendizaje como algo vivo, dinámico, imprevisible. "La montaña les enseña que el riesgo no es el enemigo, sino el maestro. Que equivocarse es parte del camino y que la vida no viene con manual de instrucciones", dice Lili.
En un sistema que a veces sobreprotege, este proyecto apuesta por la autonomía, la responsabilidad y la confianza. "Antes te ibas de campamento y no llamabas en 15 días. Ahora todo está hipercontrolado. Pero nosotros creemos que hay que dejarles espacio para crecer", afirma Juan.
Tres años después, La Kon-Tiki sigue navegando. Y sus impulsores sueñan con llevarla más lejos. "Nos encantaría hacer una expedición internacional, ir al Himalaya, al Atlas… Pero lo importante no es el destino, sino el viaje", concluye Lili.




