Así es como el padre de Patricia Espejo se convirtió en el fantasma del ascensor

En el programa Me pasa una cosa, de la SER, la humorista Patricia Espejo compartió una historia tan personal como reveladora: su fobia a los ascensores. Un miedo que arrastra desde la infancia y que ha condicionado su vida cotidiana de formas insospechadas, incluso en los momentos más delicados.

"¿Me puede acompañar alguien? Es que me dan un poco de fobia", confiesa que suele decir cuando se enfrenta a un ascensor. Aunque la mayoría de las personas entienden su petición, no siempre es fácil. "A veces ponen cara así un poco rara, pero me suelen entender", explica. En hoteles, por ejemplo, ha desarrollado una estrategia peculiar: sube la maleta sola en el ascensor y ella toma las escaleras. "Hago siempre un poco el cuadro, la verdad", admite entre risas.

Uno de esos momentos delicados donde la fobia hizo acto de presencia fue durante una estancia en el hospital, donde su madre estaba ingresada. Patricia tenía que subir y bajar constantemente desde la séptima planta. "Bajaba a tomar café, a dar el ticket de visita y siempre hacía bajar a mi padre", cuenta. Fue entonces cuando surgió una imagen tan cómica como entrañable: Mi padre es delgadito, con el pelo muy blanco, y yo decía que parecía el fantasma del ascensor. La gente lo veía subir y bajar, pero nunca salir".

Pero no se trata solo de evitar el ascensor: se trata de quien la acompaña."No me sirve que haya diez personas si no conozco a ninguna. Tiene que ser alguien que me dé confianza, que sepa lo que me pasa y me diga: 'tranquila, no pasa nada'".

La raíz de este miedo parece estar en la infancia. Aunque no lo recuerda con claridad, cree que todo comenzó con un episodio traumático: "Una vez, en casa de una amiga, su hermano me cerró la puerta del ascensor y me agobié mucho. Puede que venga de ahí". A eso se suma un posible componente heredado: "Mi padre también tenía miedo a los ascensores. Le daban miedo, ahora ya es el fantasma", bromea.

Más allá del humor, Patricia reconoce que esta fobia es como "llevar una mochila encima siempre". Una carga invisible que condiciona su día a día, pero que también ha aprendido a sobrellevar con ingenio, ternura y, sobre todo, con mucho sentido del humor.