El casi centenario Kristoff luce su eternidad en la Arctic Race

Es un mini Tour de Francia, y por eso da gusto visitarla con frecuencia. La Arctic Race es una fiesta continua. Desde primera hora de la mañana hasta la llegada de la noche, que por estos lares tarda en hacer acto de presencia en verano.

La gente se vuelca como si no hubiese un mañana. Y lo hace con un cariño extremo. La Cadena SER ha tenido el privilegio de hacer toda la etapa en un coche de invitados conducido por Lars Michaelsen, un carismático danés que ganó una etapa en la Vuelta 1997 y que fue dirigido por nuestro Roberto Torres en el Coast.

Michaelsen nos dice que daneses y noruegos tienen una relación excelente y se nota desde el momento en que alucina con los paisajes y disfruta de la carrera como si se celebrara en su país.

La fiesta está en la calle

Todo el mundo sale a la calle, desde un grupo de 20 mujeres que canta gospel en mitad de la nada hasta una bondadosa mujer que se asoma por la ventanilla del coche para ofrecerte fresas que acaba de recoger en el bosque. Mágico y entrañable.

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Y luego llega Kristoff, el gran heredero de Hushovd, con 98 victorias en su palmarés. Y con el cariño de una afición que sabe que está ante su última oportunidad de verle ganar. Es su carrera final en Noruega antes de retirarse. Con 38 años, y 4 victorias en el Tour de Francia, el vikingo imperial sabe que si quiere alcanzar la centena de victorias tendrá que ganar dos carreras más y no tiene pinta que sea en la Arctic Race. Y se irá por la puerta grande.