La frontera más absurda del mundo: una isla completamente deshabitada en mitad del océano que divide a dos países
Durante décadas, la disputa por esta isla deshabitada se convirtió en una especie de guerra simbólica

La frontera más absurda del mundo: una isla completamente deshabitada en mitad del océano que divide a dos países
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Imagina una roca helada, perdida en medio del Ártico. No hay árboles, ni animales, ni señales de vida. Solo viento, hielo y silencio. Y, sin embargo, en ese pedazo de piedra llamado isla Hans, existe una frontera internacional reconocida por dos países que ni siquiera comparten continente: Canadá y Dinamarca.
La historia parece sacada de un cuento absurdo, pero es real. Diego González, periodista y escritor, la recoge en su libro Historiones de la geografía (GeoPlaneta, 2025), una obra que reúne anécdotas tan insólitas como divertidas sobre cómo los humanos han decidido dividir el mundo. "La isla Hans es la frontera más joven del planeta, tiene apenas dos años, y también la más surrealista", contaba González en SER Aventureros. "Está justo a mitad de camino entre la costa canadiense y Groenlandia, que pertenece a Dinamarca. Como no se ponían de acuerdo sobre a quién pertenecía, decidieron partirla por la mitad. Ni pa' ti ni pa' mí".
Durante décadas, la disputa por esta isla deshabitada se convirtió en una especie de guerra simbólica. Soldados de ambos países dejaban banderas y botellas de licor como gesto de ocupación amistosa. Pero en 2022, los gobiernos decidieron zanjar el asunto con diplomacia: trazaron una línea de unos 800 metros que divide la isla en dos mitades exactas. Así nació una frontera oficial en un lugar donde nunca ha vivido nadie.
González, que lleva años explorando los rincones más curiosos del planeta en su blog Fronteras, convierte este tipo de historias en pequeñas joyas narrativas. En su libro hay pueblos que cambian de país al cruzar la calle, montañas que no permiten la entrada a mujeres, y casas que invaden territorios vecinos por culpa de reformas mal medidas. "La geografía está llena de relatos que parecen inventados, pero son reales. Y nos hablan más de nosotros mismos que de los mapas", escribe.
La isla Hans es hoy un símbolo de cómo incluso en los rincones más inhóspitos del planeta, los humanos encuentran motivos para trazar líneas. Y también una prueba de que la geografía, lejos de ser aburrida, puede ser tan surrealista como divertida.




