La gruta de Tanger que guarda una leyenda

A solo 14 kilómetros del centro de Tánger, en la costa norte de Marruecos, se encuentra uno de los enclaves más fascinantes del país: la gruta de Hércules.En el episodio dedicado a Tánger del programa El primer vuelo de la SER, invitan a descubrir este lugar cargado de simbolismo y belleza natural. Mucho más que una cueva frente al mar, la gruta representa un cruce entre mitología, leyenda y turismo cultural. Cada año, miles de visitantes se acercan atraídos no solo por sus vistas espectaculares, sino por el aura épica que envuelve este lugar, en busca de algo más profundo que sol y playa.

La gruta está situada cerca del cabo Espartel, el punto geográfico donde confluyen el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. Este cabo, rodeado de acantilados y bosques de pinos y eucaliptos, ofrece vistas espectaculares y es considerado un lugar mítico por su papel como frontera natural entre dos mundos. En lo alto del cabo se alza el faro de Espartel, construido en 1864, que aún guía a los barcos que cruzan el Estrecho de Gibraltar.

Pero es la gruta de Hércules la que despierta la imaginación. Según la leyenda griega, el héroe descansó en esta cueva antes de emprender uno de sus doce trabajos: robar las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides, que la tradición sitúa cerca de Lixus, a pocos kilómetros de Larache. También se dice que fue aquí donde Hércules luchó contra Anteo, el gigante fundador de Tánger, a quien venció y encerró en las galerías de la cueva.

La entrada marítima de la gruta, moldeada por la erosión del mar y el viento, tiene una forma que recuerda al contorno del continente africano, lo que ha alimentado aún más su aura legendaria. Los fenicios ya conocían este lugar, y durante siglos ha sido utilizado por las poblaciones locales para extraer piedra, refugiarse e incluso, según algunas versiones, como burdel en el siglo XX.

Hoy, la gruta ha sido restaurada y acondicionada para el turismo, con iluminación que resalta sus formas dramáticas y senderos que permiten recorrerla con seguridad. La entrada cuesta unos 60 dirhams (aproximadamente 6 euros), y se recomienda llevar calzado cómodo y algo de abrigo por la humedad del lugar.

Muy cerca de allí se encuentra el Parque Perdicaris, un bosque de 70 hectáreas que fue propiedad de Ion Perdicaris, un excéntrico diplomático estadounidense de origen griego. En 1887, Perdicaris compró la finca para su esposa enferma de tuberculosis, y trazó senderos para que pudiera pasear cada día por un camino distinto. El palacio que construyó en el corazón del bosque fue escenario de fiestas, encuentros diplomáticos y hasta un secuestro que marcó la historia de la ciudad.

Hoy, el parque es un pulmón verde de Tánger, con especies vegetales exóticas y autóctonas, y un museo que narra la historia de Perdicaris y la biodiversidad de la región. Es el complemento perfecto para quienes buscan un turismo menos convencional, más vinculado a la historia, la leyenda y la naturaleza.