Andrés Pérez Perruca, músico: "Es bueno ser políticamente correcto cuando hay que serlo"
El miembro de 'El niño gusano' visita 'A vivir' para presentar su libro y repasar la historia de uno de los grupos musicales protagonistas de la movida zaragozana

La entrevista | Andrés Perruca, músico: "Es bueno ser políticamente correcto cuando hay que serlo"
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Madrid
Aunque no sabe cómo mueve la cabeza al escuchar su música, Andrés Pérez Perruca (Zaragoza, 1971) conoce bien lo que es vivir un fenómeno músical desde dentro. 'El niño gusano', grupo al que perteneció -y fundó- junto a Sergio Vinadé, Sergio Algora, Mario Quesada y Paco Lahiguera, no es fácil de definir ni etiquetar. Hay quien lo tilda de indie, quien lo tilda de psicodélico o quien lo acomoda en un rock alternativo. Más allá de las clasificaciones, Andrés Pérez Perruca y 'El niño gusano' son una parte esencial de los movimientos contraculturales que surgieron en España en las dos últimas décadas del pasado siglo XX.
Más allá del centralismo
La movida zaragozana, como tantas otras que brotaron en regiones de España, quedó opacada por la rebeldía de la capital, por el "Madrid me mata" o el "Esta noche, todo el mundo a la calle". El libro en el que Pérez Perruca ha plasmado con todo detalle el trascurso de su carrera musical, Vida de un pollo blanquecino de piel fina (Jekyll&Jill) busca superar esa barrera y hacer de la experiencia y el humor local el disfrute y aprendizaje de quien incluso no goce con la música. "Que se pueda entender en cualquier lado", aclara el músico.
Un humor local cuyas bromas, en ese momento habituales en las conversaciones de las y los jóvenes que disfrutaron de la movida, ahora no pasarían el filtro de lo llamado 'políticamente correcto'. "Cambiar esas bromas hubiese sido hacer trampa", comenta Andrés Pérez Perruca en relación a la inclusión de estas en su libro. El músico defiende que en el ámbito público "es bueno ser políticamente correcto" para evitar malentendidos en un contexto mucho más amplio e incontrolable. Pero, por otro lado, admite que en el ámbito privado esa barrera no está tan presente, por ejemplo, "cuando se está en confianza con tu círculo de amistades".
Precisamente esa frontera público-privada es algo que el músico zaragozano ha incluido en este relato que se publica en un contexto muy diferente al de la época en el que se desarrolla. Hoy en día, con unas redes sociales que cada vez dicen más de aquel que las posee, la dimensión de lo público y lo privado ha quedado difuminada en conversaciones con caracteres limitados y discusiones basadas en los argumentos de inteligencias artificiales.
"Las redes sociales eran los bares. Eran más perniciosos para la salud porque estábamos bebiendo [alcohol], pero te relacionabas de una manera diferente" establece Pérez Perruca. "En cada bar te encontrabas con una gente diferente, en cada bar sonaba una música diferente, entraba gente de todas las edades y era muy bonito ver intercambiarse discos, libros".
La historia de 'El niño gusano'
A través de las 836 páginas que lo forman, Vida de un pollo blanquecino de piel fina repasa el espíritu que llevó a cuatro jóvenes a juntarse para producir 66 canciones prácticamente desde un desconocimiento sobre el lenguaje musical en una industria hirviente en esos años. Pero, también, este libro es un homenaje para aquellos que han sido figuras importantes en su carrera, nombres como José Ramón Tenas, quien conocía a los miembros por separado y les juntó una tarde para que se conociesen, o Joaquín Torres, productor de su tercer disco y quien les llevó por primera vez a un "estudio de verdad".
El legado de este grupo está marcado por una persona que el propio Pérez Perruca define como alguien "que sacaba la mejor versión de cada uno y un recorre bares profesional". Sergio Algora (Zaragoza, 1969 - 2008), uno de esos cuatro chicos, el poeta y voz de la sinergia que durante los noventa promovió su talento común. Una cardiopatía acabó con su vida en la misma ciudad que lo vio nacer y donde desarrolló su carrera. Una muerte prematura que se suma a la de otros muchos artistas de finales de SXX y que le incluye en esa categoría con un doble rasero a la que no muchos quieren pertenecer, la de "mito".
Unos jóvenes rebeldes fuera de las etiquetas
Indie, rock alternativo, psicodelia...son múltiples las formas con las que se ha buscado definir el estilo de 'El niño gusano', pero únicamente sus miembros conocen verdaderamente la identidad que se puede atribuir a la formación zaragozana. Si es que existe esa identidad.
La mejor defición para ellos es la que forman las anécdotas que han envuelto la existencia de la banda, entre 1993 y 1999. Como aquella vez en la que en un concierto sólo interpretaron una versión de 'Hoy no me puedo levantar' de Mecano. "Hasta 6 veces mínimo la tocamos" recuerda Andrés Pérez Perruca en esta conevrsación con Lourdes Lancho. O aquella ocasión en la que Máximo Pradera les entrevistó y, ante su inexperiencia con este tipo de situaciones, acudieron a tópicos como saludar a su familia. "No sabíamos que cuando vas a la tele tienes que tener claro lo que vas a contar", desctaca entre risas el artista.
Esa misma televisión vio pasar a múltiples músicos, escritores, directores de cine... que formaron parte de los movimientos contraculturales que vivió la España de la segunda mitad de los ochenta y principios de los noventa. A cientos de kilómetros de Madrid, en el Valle del Ebro, Sergio Vinadé, Sergio Algora, Mario Quesada, Andrés Perruca y Paco Lahiguera fueron la expresión de una juventud que había crecido en un contexto muy diferente al de sus padres y que se sentía necesitada de nuevas formas con las que expresar su rebeldía interior.

Javier Jiménez Pérez
Productor y guionista becado en 'A vivir que son dos días'. Es graduado en Comunicación Audiovisual...




